Cultura

Demasiada novela para un director sin atributos

EEUU, 2008, Fantástico. Dirección: Iain Softley. Guión: David Lindsay-Abaire. Intérpretes: Andy Serkis, Brendan Fraser, Helen Mirren y Paul Bettany . Música: Javier Navarrete. Fotografía: Roger Pratt. Montaje: Martin Walsh.

Cornelia Funke se dio a conocer con la serie de libros infantiles interpretados por Hugo el Fantasma, a los que siguió la serie de Las Gallinas Locas y por fin la saga que le procuraría fama internacional: Mundo de tinta, cuyos tres volúmenes -Corazón de tinta, Sangre de tinta y Muerte de tinta- fueron editados entre 2005 y 2008. El éxito editorial de las novelas, sumado al inmenso éxito cinematográfico de la saga de Harry Potter o al más discreto, pero importante, de las Crónicas de Narnia, aconsejó adaptar cuanto antes estas novelas al cine. Parece que los tiempos son propicios a la filmación de best-sellers infantiles y juveniles. Y este lo tiene todo para, tras fascinar a sus lectores, convertirse en una película llena de atractivos. Un poco como La historia interminable y otro poco como Jumanji -lo que no quiere decir que la obra de Cornelia Funke carezca de elementos originales: los tiene y muy valiosos-.

Corazón de tinta juega con la fascinación de las narraciones que nunca nos cansaremos de oír y con la existencia de mundos paralelos que, en un momento dado, pueden comunicarse. A ello añade algo que parece fantástico aunque la historia de la literatura demuestra que es real: la capacidad de algunos narradores (en la película es un lector) para convertir en reales las criaturas que inventan. ¿O no tienen realidad en la historia y en nuestras vidas Ulises, Don Quijote, Hamlet, David Copperfield o el señor Swan? A los protagonistas de esta película les está reservado el don aún más inmediato de sacar a los personajes de los libros para traerlos físicamente a nuestro mundo. Aunque este don tiene un reverso peligroso: por cada personaje libresco que es traido a la realidad un ser real es arrojado al universo de los libros. Y también tiene otro peligro: no todos los personajes librescos convocados por las habilidades lectoras son buenos o carecen de peligro.

Esta hermosa historia llena de sugestivos y muy sinceros homenajes a los libros -aparecen personajes de Mark Twain, L. Frank Baum, Las mil y una noches o el ciclo artúrico- ha tenido la mala suerte (más bien los productores han tenido mala cabeza) de caer en las manos del director sin atributos Iain Softley, capaz de rodar con la misma sosería una historia de realismo poético (K-pax), una adaptación de Henry James (Las alas de la paloma) o una película supuestamente fantástica (La llave del mal). En sus manos la estupenda novela pierde fuelle y, lo que es peor, encantamiento. Tampoco ayuda mucho Brendan Fraser, actor que nunca ha logrado convencerme de que es el personaje que dice interpretar (aunque Cornelia Funke lo considera el intérprete idóneo de su personaje). No logran ni uno ni otro quitar del todo su fascinación y entusiasmo libresco a esta gran historia, pero la hacen volar más bajo. En otras manos...

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