Cultura

Decepcionante adaptación

Deportista, periodista deportivo, cineasta en los roles de actor, guionista, director y productor, creador de comedias musicales, novelista y político, Élie Chouriaqui es un hombre que parece incapaz de ponerse límites o medir sus fuerzas. Algunas veces -centrándonos en el cine- ha triunfado (¿Qu'est-ce qui fait currir David?, Man in Fire, Las flores de Harrison) y otras ha fracasado. Este es el caso de Oh, Jerusalén.

Desgraciadamente, porque el novelón histórico de Lapierre y Collins hubiera merecido un Dalton Trumbo que la convirtiera en guión, un Otto Preminger que la dirigiera, un Paul Newman, una Eva Marie Saint y un Lee J. Cobb que la interpretaran, un Ernest Gold que le compusiera una música que todo el mundo tarareara y un Saul Bass que le diseñara la cartelería.

Pero entonces sería Éxodo, y se basaría en el best-seller pasional (partidista dicen sus detractores entre los que no me cuentro: lo amé).

A diferencia de Éxodo el best-seller de Lapierre y Collins optaba, en vez de por la ficción pasional, por la voluntad de objetividad del periodismo novelado.

Por lo tanto la película que sobre él se rodara tenía que cumplir el importante requisito de reconstruir cuidadosamente la época, analizar en profundidad la compleja cuestión del nacimiento del Estado de Israel y tratar con rigor los personajes históricos; dejando en segundo lugar las tramas humanas y los personajes que sirvieron a Lapierre y Collins como bastidor.

Desgraciadamente, hay que volver a repetirlo, el director francés Elie Chouraqui ha adaptado y dirigido Oh, Jerusalén como si fuera Éxodo, priorizando lo particular sobre lo general y lo personal sobre lo histórico, sin tener en cuenta no sólo la diferencia entre las dos novelas, sino entre su talento y el de Preminger, y entre el insuficiente presupuesto de esta multiproducción (muchas fuentes, poco dinero) y aquella superproducción.

El resultado es voluntarioso pero pobre, bienintencionado pero fallido, apto como telefilme de pelucón y figuras de cera pero insuficiente para el cine. Se comprende que haya tardado tres años en estrenarse, hasta que el aniversario del Estado de Israel ha animado a sacarla del limbo en el que tal vez debía haberse quedado.

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