patrimonio

Cuánta razón tenía don Manuel

  • Investigaciones del jerezano Miguel Ángel Borrego apoyan las tesis de Manuel Esteve de que Asta Regia fue una ciudad de la cora de Sidonia y que tuvo mezquita aljama en el siglo X

Ataifor del siglo XI con la inscripción bicolor afiya "salud".

Ataifor del siglo XI con la inscripción bicolor afiya "salud".

Las fuentes árabes no cesan de dar noticias que se desconocían. Así sucede con Asta Regia. Hablan aquéllas de la existencia de una ciudad y del primer personaje andalusí, alfaquí y director de la oración, de lo que el historiador jerezano Miguel Ángel Borrego Soto deduce que Asta "tenía mezquita aljama en el siglo X, igual que otras ciudades del entorno como Jerez, Sidonia o Calsena".

Vayamos por partes. Hasta hace unos años, las únicas piezas de los siglos X y XI halladas en el municipio jerezano pertenecían al yacimiento de Mesas de Asta, población constituida por una serie de elevaciones rodeadas de marismas y localizada a 11 kilómetros al noroeste de la ciudad. En la colina más alta, actualmente olivar del cortijo 'El Rosario', es donde la historiografía sitúa el núcleo principal de la ciudad de Asta Regia. Las diferentes campañas en el lugar, dirigidas por Manuel Esteve Guerrero durante las décadas 40 y 50 del siglo pasado, aportaron numerosas piezas cerámicas, marmóreas y de todo tipo que evidenciaban el esplendor de la urbe durante las épocas turdetana y romana. Con todo, la sorpresa de las labores arqueológicas fue el hallazgo de un importante asentamiento andalusí sobre las ruinas de aquélla, pues no se tenían noticias por aquel entonces de que Mesas de Asta hubiesen albergado una población de ese periodo.

"Del siglo X eran, efectivamente, las ruinas de un edificio descubierto en la primera de las campañas que Manuel Esteve relacionó con la posible residencia del señor de la villa. Si bien en un principio se pensó que estos restos se correspondían con una almunia o alquería aislada, el hallazgo de otros materiales de la misma época durante la segunda campaña, en un punto diferente y distante al primero, hizo pensar a Manuel Esteve que se encontraba ante una verdadera ciudad", recuerda Borrego Soto, miembro del Centro de Estudios Históricos Jerezanos (CEHJ) y del equipo de investigación PAI-HUM 385 de la Universidad de Cádiz.

El descubrimiento parecía corroborar la tradición historiográfica jerezana, seguida por Torres Balbás, de que la destrucción de Astah durante las luchas que produjeron la caída del Califato y el alumbramiento de los reinos de Taifas, provocaron su abandono y el traslado de sus habitantes hacia una población de nueva planta, Šariš (Jerez). A pesar de todo, esta idea, enraizada en el acervo común sobre los anales jerezanos no convencía a Manuel Esteve, quien ya señaló en alguno de sus escritos que Asta y Jerez eran lugares diferentes y que la primera nada tuvo que ver con el surgimiento de la segunda. "Efectivamente -añade- los resultados de las últimas intervenciones arqueológicas en Jerez y un texto del volumen II-1 del Muqtabis de Ibn Hayyan (m. 1076) -en concreto el fragmento referido a las defensas del suroeste de al-Andalus frente al ataque normando del año 844-845 en tiempos del emir Abd al-Rahman II (m. 238=852)- han ayudado a subsanar el error secular de la identificación entre Jerez y Asta y han dejado claro que las ciudades de Astah y Šariš (Asta y Jerez) ya eran coetáneas a mediados del siglo IX".

De las piezas recuperadas en Mesas por Manuel Esteve y que presentan epigrafía, destaca una botella o limeta de cuerpo cilíndrico con la leyenda al-mulk "el poder", escrita de modo encadenado en su superficie, que se corresponde con el reinado de al-Hakam II (961-976). El perfil de las letras se dibuja en manganeso mientras que el interior, como en la limeta de Asta, se rellena uniformemente de verde. Del mismo yacimiento de Asta es un ataifor de época algo posterior (siglo XI) y una de las piezas emblemáticas de toda la arqueología andalusí; en concreto, el ataifor de cuerda seca total con la complicada inscripción bicolor afiya "salud", en cúfico simple y enmarcada por una banda de motivos florales (imagen superior). La cuerda seca es una técnica diferente del verde y manganeso califal, en la que una pintura grasa de manganeso o rojiza de óxido de hierro hace las veces de tabique que separa los colores.

"La riqueza de estos y otros muchos hallazgos procedentes del yacimiento astense, hoy expuestas en el Museo Arqueológico Municipal, contrastaba con el silencio de las fuentes documentales acerca de la Astah andalusí. Hasta el momento, no había referencias evidentes en los diccionarios bio-bibliográficos a ningún sabio o ulema procedente de este enclave, mientras que las alusiones a sabios de Šiduna, Qalsana, Šariš u otros enclaves menores de la cora de Sidonia entre los siglos IX y XI como al-Qanatir o Qadis son frecuentes", destaca Miguel Ángel Borrego. El investigador jerezano creía, "contrariamente a la opinión de Manuel Esteve y a la evidencia arqueológica, que Astah careció de entidad urbana propia y no fue más que una importante alquería dependiente de la cercana Šariš. Sin embargo, nuevos datos hallados en un par de fuentes árabes confirman las sospechas de Esteve de que nos hallamos ante los restos de una ciudad de la cora de Sidonia, al menos de entre los siglos IX y XI". Explica Miguel Ángel Borrego que es Ibn al-Faradi, en su historia de los ulemas de al-Andalus quien nos habla de un sabio de Sidonia de linaje árabe llamado Utman b. Said b. al-Bišr b. Galib b. Fayd al-Lajmi que dirigía la oración, en la mezquita aljama se entiende, de un enclave denominado Istabba, donde también ejercía como alfaquí y donde murió entre los años 983 y 984. "Todo podría llevarnos a creer que la citada Istabba se corresponde con la actual localidad sevillana de Estepa, como han supuesto otros investigadores; no obstante, en otra obra, esta vez geográfica, la conocida Rawd al-Mi'tar fi jabar al-aqtar de al-Himyari, aparece la entrada a esta ciudad de Istabba, diciéndonos que se encontraba a 25 millas (unos 36-40 km) de la capital de la cora de Sidonia, Qalšana (Calsena, en la Junta de los Ríos, cerca de Arcos)".

Todo parece indicar que Utman b. Said (que tuvo un hijo, gramático y poeta, Aban b. Utman b. Said, afincado en Córdoba, donde murió apenas cuatro años después que su padre) no vivía en Estepa, sino "en una medina andalusí de la cora de Sidonia, que contaba con mezquita aljama y que se llamaba Istabba o Astabba, tal vez errónea transcripción de la Astah que leemos en el Muqtabis de Ibn Hayyan, pero que se corresponde con los restos que allá por los años 40 y 50 del siglo pasado identificó Manuel Esteve Guerrero con una ciudad andalusí próxima a Jerez. Sin duda, un nuevo valor añadido para este importante enclave arqueológico de nuestro entorno que sigue pidiendo una urgente intervención por parte de las administraciones competentes".

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