Cultura

Este Che sabe a horchata

Escribí cuando se estrenó la primera parte de Che que, buscando una épica a la vez guevarista y posmoderna, Soderbergh había engendrado algo que a ratos recordaba al Bananas de Woody Allen. Me equivoqué. Esta segunda parte sí que es Bananas; y sin gracia. Quiere el realizador hacer un recio canto norteamericano a un revolucionario latinoamericano, como si fuera Woody Guthrie cantando a las Brigadas Internacionales, preso de una fascinación por el Che superficialmente parecida a la que algunos compatriotas sintieron por la causa de la libertad revolucionaria (palabras que la historia ha demostrado incompatibles, pero que en los años 30 parecían connaturales frente al gigante nazi-fascista) y les hizo alistarse en las Brigadas Internacionales, para luchar contra los fascistas junto a la Segunda República Española, o en los Eagle Squadrons, para combatir en la Batalla de Inglaterra contra los nazis. Pero lo que le ha salido se parece más a una versión chill out de los cantos de la revolución cubana que a las canciones de Guthrie; y más a una versión cubana del turismo norteamericano que venía a España seducido por Hemingway, que al compromiso de los brigadistas.

Fría, hueca, aburrida y ridículamente preciosista, la segunda parte de la biopic dedicada al Che es aún peor que la primera. Las interpretaciones, en cambio, no empeoran: se limitan a ser igual de malas. Incluida la del obsequiado con el Goya. Al seguir la progresiva pérdida (de sí, de su entorno, de sus apoyos) del personaje en su última etapa boliviana hasta su muerte (filmada con cámara subjetiva en un exceso retórico disfrazado de sobriedad), Soderbergh se pierde también en la selva del aburrimiento. Pese a los flojos apuntes políticos -la relación entre el Che, Regis Debray y el partido comunista boliviano- la película carece, precisamente, de esta dimensión. Y un retrato no político del Che es como un retrato no elegante de Coco Chanel o un retrato no religioso de Francisco de Asís: nada. A horchata, no a revolución, sabe este Che.

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