Cultura

Un Brujo pícaro en San Roque

  • El actor cordobés presenta en un teatro Juan Luis Galiardo casi lleno 'El Lazarillo de Tormes', obra con la que demuestra su maestría interpretativa y su abrumador dominio del escenario y de los personajes

Rafael Álvarez 'El Brujo' llevó anoche a las tablas del teatro Juan Luis Galiardo de San Roque su creación de El Lazarillo de Tormes. No sería correcto hablar de representación, pues el genial actor cordobés crea con la facilidad que le otorgan sus dotes superlativas para la interpretación. Se trata de una obra que presenta desde hace muchos años por los escenarios de España. Se aprecia el inmaculado dominio que posee sobre el texto -adaptación de Fernando Fernán Gómez- y el personaje. Su don innato y la improvisación hacen, además, que el espectador sienta que asiste a un trabajo de nuevo cuño.

"Qué hambre", repite una y otra vez El Brujo. Y en ello encierra el espíritu de uno de los títulos de referencia de la literatura española. La picaresca para sobrevivir, la mirada amable sobre quien sólo se busca la vida en un mundo ingrato.

El humor recorre todas las escenas, aunque la comicidad tiene mucho que ver con el gran cómico, que en su módulo de voz guarda cien matices. Unas 500 personas casi llenaron el Galiardo. Nadie pudo dejar de rendirse a El Brujo, que fue Lázaro y todos los personajes que poblaron su existencia.

Mención especial merece la cuota de personalización que el intérprete cordobés regala a su público. Aplaudía la gente y El Brujo convino con sorna que es que era un respetable de nivel. Claro, los menos preparados se quedaron en Gibraltar, soltó. Llegaron bromas con la posibilidad de actuar en la Roca y con la forma de hablar de los gibraltareños, pero también con la del taxista que le condujo a la función. Improvisación en mitad del clásico.

Los expertos suelen manejar sin miramientos su material. Eso hace el dominador del monólogo. Que Lazarillo llame al ciego "tío" podría chirriar en otros actores, en otras adaptaciones. El Brujo, apoyado en el arduo trabajo de actualización que realizó Fernán Gómez, coge la obra, la levanta, la baja, le da la vuelta. La respeta, pero tiene un aire distinto. Respira modernidad en sus temas intemporales.

Una gran función. En realidad lo que cualquiera se espera cuando El Brujo toma el escenario.

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