Cultura

'Biopic': gloria o parodia

  • Harvey Milk es la última 'vida ejemplar' con la que Hollywood marca el camino a los Oscar

La pasión por las biografías de vidas ejemplares, ya sean de inventores, científicos, políticos, líderes sindicales, activistas pro-derechos civiles, escritores, pintores, músicos, monarcas, deportistas, guerrilleros, forajidos, asesinos, terroristas, actores o directores de cine, no parece agotarse como género consustancial a la propia industria del cine norteamericano desde sus orígenes. Año tras año, Oscar tras Oscar, nos siguen llegando títulos que, bajo un mismo esquema narrativo y unas nos menos estandarizadas formas, inciden en la momificación y glorificación de personajes ilustres destinados a consolidar su lugar de honor en las páginas de la Historia o, en su defecto, a recuperarlos de un injusto olvido, resurrecciones normalmente alentadas por el merchandising o por las nuevas coyunturas político-sociales, tal y como sucede en Milk, película que revitaliza (ya lo hizo con menos ruido el documental The times of Harvey Milk en 1984) el espíritu del activismo de los homosexuales y que, según algunos cronistas, puede ser considerada como el primer gran film-manifiesto de la era Obama.

Resulta interesante comprobar cómo un mismo director, Gus Van Sant en este caso, es capaz de asimilarse al modelo más convencional del biopic hollywoodiense tras haber realizado otro acercamiento a un personaje popular (Kurt Cobain, líder de Nirvana) en Last Days en clave bien distina. Si en aquella cinta la experimentación difuminaba el retrato del mito rockero hasta los límites de la abstracción, Milk asume sin disimulos la fórmula clásica y el recorrido de ascensión y tragedia desde un académico didactismo, el inevitable trabajo de impersonation imitativa de Sean Penn y la simplicidad dramática y expositiva para convertir al personaje en un ejemplo (o un mártir) para las masas.

Lo mismo podríamos decir de las recientes En la cuerda floja o Ray, en las que James Mangold y Taylord Hackford asumían sin resistencia las simplificadoras derivas del retrato de ascenso, caída y redención de Johnny Cash y Ray Charles a partir del inevitable vía crucis de unas vidas marcadas por el anonimato, el destino, la pobreza, el afán de superación, las musas de la creación, las inevitables adicciones, el sufrimiento, el peso del éxito y la expiación final a través del sacrificio o la muerte, necesario colofón para esculpir el mito en mármol. El modelo traspasa fronteras, y cintas como la francesa La vida en rosa, biopic de la cantante Edith Piaf, o Lola, la película, sobre nuestra inimitable y rumbosa Lola Flores, parecen cortadas por un mismo patrón al margen de sus evidentes diferencias de presupuesto y ambiciones.

Si la deconstrucción y el distanciamiento poético (véase el intento de Todd Haynes en I'm not there, sobre las muchas posibles vidas de Bob Dylan) pudieran ser una buena alternativa a las glorificaciones y hagiografías canónicas, nada mejor que la parodia para desenmascarar los procesos de simplificación y clichés que han provocado que, en tantas ocasiones, no podamos tomarnos en serio a un género que se tiene a sí mismo en demasiada estima. Una cinta como Walk Hard: The Dewey Cox Story, de Jake Kasdan y Judd Apatow, propone una hilarante revisión satírica del biopic sobre los ídolos musicales del pop-rock con un sano (auto)cachondeo que pone en entredicho todos y cada uno de los lugares comunes del género. Sin sitio en la solemne cartelera, la cinta se ha estrenado directamente en DVD.

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