Cultura

Adiós al mago de lo imposible

  • El maestro de los efectos especiales Reyes Abades fallece a los 68 años

  • Estuvo detrás de 'Ay Carmela', 'El día de la bestia' o 'El laberinto del fauno'

El cineasta Reyes Abades en 2012.

El cineasta Reyes Abades en 2012. / concha hierro / efe

Hacer real lo irreal y creíble lo imposible. Ese ha sido durante 50 años el oficio de Reyes Abades, fallecido el jueves a los 68 años a causa de un infarto. Su maestría, rigor e imaginación le brindaron 9 premios Goya y la oportunidad de trabajar con todos los grandes, desde Buñuel a Almodóvar, de Saura a Guillermo del Toro.

Nacido en Castilblanco (Badajoz) en 1949, Abades tuvo una infancia dura en el seno de una familia humilde; se vio obligado a trabajar desde los ocho años y a emigrar primero a Francia y a Bélgica, para acabar en Madrid, solo, con 16 años. Sus primeros recuerdos del cine, según contó en diversas entrevistas, se remontan a su pueblo. El pequeño Abades iba al cine cada fin de semana y se preguntaba cómo era posible que el tipo que había muerto a balazos o al que le cortaban la cabeza un día, al siguiente estuviera otra vez sobre su caballo.

Al llegar a Madrid conoció de forma casual a Manuel Baquero, pionero de los efectos especiales y creador del primer taller especializado para responder a la demanda de las producciones americanas que empezaban a llegar a rodar a España en los años 50.

Fue así como empezó a trabajar en películas como 100 rifles, Cromwell o Patton. En 1979 se lanzó a crear su propia empresa y su primer encargo fue El corazón del bosque de Manuel Gutiérrez Aragón. Le siguieron Navajeros de Eloy de la Iglesia, Deprisa, deprisa de Saura y así hasta los 274 créditos que figuran en su biografía.

El primer Goya lo ganó con "Ay Carmela" (1990), en la que consiguió que fuera invierno en pleno verano. Repitió con "Beltenebros" un año después, y siguió sumando en "Días Contados", "El día de la bestia", "Tierra", "Buñuel y la mesa del rey Salomón", "Lobo", "El laberinto del fauno" y "Balada triste de trompeta".

Su aprendizaje fue permanente a lo largo de toda su carrera, ya que el oficio y los cambios tecnológicos así lo exigían, y consistía en aceptar un reto y superarlo, en una época en la que no existían estudios reglados en su campo.

Entre los mayores desafíos de su trayectoria, Reyes Abades solía mencionar el rodaje de El Dorado en Costa Rica, la más ambiciosa producción de Saura, que contaba las aventuras de un soldado español durante la expedición en busca de la ciudad de oro.

Para ello tuvieron que construir barcos que parecieran del siglo XVI, trabajar en el agua, simular hundimientos, y todo en medio de una gran tensión en un país sin experiencia en grandes rodajes, y con disputas entre Saura y su asistente de dirección.

Pero a nivel de efectos especiales individuales, el más complicado de su vida fue el encendido del pebetero olímpico en Barcelona 1992 mediante el lanzamiento de una flecha retransmitido en un único plano secuencia. "En el cine siempre puedes tener un as en la manga, pero en un evento en directo, la mentira se descubre fácilmente", decía. Estuvo a punto de tirar la toalla, otros lo hicieron antes que él. De hecho, el encargo le llegó sólo tres meses antes de la inauguración de los juegos olímpicos. Finalmente, el truco funcionó y para él supuso un antes y un después en su carrera.

También se jactaba de que en toda su carrera, nunca tuvo un accidente. "Soy muy pesado con la seguridad", decía. Y eso que filmó explosiones, derrumbamientos de edificios, saltos al vacío o escenas míticas como la de Santiago Segura y compañía colgando del letrero de Schweppes de la Gran Vía en El día de la bestia. "Alex de la Iglesia siempre te lleva a los límites", aseguraba.

Hoy, Abades podría haber sumado el décimo Goya de su carrera. Estaba doblemente nominado, por Oro de Agustín Díaz Yanes y Zona hostil, de Adolfo Martínez. Incluso puede que el año próximo repita de forma póstuma, ya que trabajó en tres títulos importantes que se encuentran en fase de postproducción: El hombre que mató a don Quijote de Terry Gilliam, El reino de Rodrigo Sorogoyen y Tiempo después de José Luis Cuerda. Su testigo lo tomarán sus hijos, que han aprendido con él el oficio y heredarán la empresa que creó.

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