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Abismos de pasión

  • Alianza acaba de publicar las tres novelas que inmortalizaron a las hermanas Charlotte, Emily y Anne Brontë

  • Destaca, entre ellas, 'Cumbres borrascosas', la joya que escribió Emily

En el año de gracia de 1847, las hermanas Charlotte, Emily y Anne Brontë publicaron bajo los seudónimos de Currer, Ellis y Acton Bell los tres títulos que habrían de inmortalizarlas: Jane Eyre, Cumbres borrascosas y Agnes Grey, respectivamente. El embozo masculino respondía al deseo de que se las juzgara en virtud de su talento, no por su sexo; la Inglaterra victoriana miraba de malos modos a todas cuantas pretendían sacar los pies del plato doméstico. La jugada no les salió bien. Jane Eyre, que apareció en primer lugar, fue recibida con aplausos y considerada la mejor novela del año, de modo que el editor de Cumbres borrascosas y Agnes Grey jugó la baza de la confusión para hacer creer que estas otras también eran obra de Currer Bell (Charlotte), lo que las obligó al desenmascaramiento: detrás de los hermanos Bell se escondían las hermanas Brontë. A muchos lectores de entonces les desagradaron sobremanera los aspectos feroces (atroces, los llamaron) y las atmósferas malsanas de las tres historias, en concreto las de Cumbres borrascosas, una novela poderosa recorrida por emociones poderosas, que entona en voz alta los acordes más vehementes del Romanticismo en un momento en el que ya se le daba por muerto. Hoy, precisamente la ferocidad y la fiebre son las que nos impiden abandonar los páramos de Yorkshire hasta no haber terminado el libro.

Cumbres borrascosas es una historia de amor y pasión que nada tiene que envidiar a las de Tristán e Isolda o Romeo y Julieta. Sus protagonistas son un huérfano rescatado del arroyo en Liverpool y la hija de Mr. Earnshaw, el buen samaritano que salvó al primero. El huérfano -bautizado con el nombre de un hijo muerto que a él ha de servirle además de apellido: Heathcliff- es un chico de piel oscura, gitano tal vez, español quizás, que soporta los golpes sin pestañear y que, pasados los años, se convertirá en un hombre poderoso y despiadado. Catalina Earnshaw es una niña de dulce sonrisa e ideas perversas, quien -según Nelly, el ama de llaves de la familia Earnshaw- "nunca era más feliz que cuando todos le reñíamos a un tiempo, desafiándonos con su mirada insolente y descaro".

La ferocidad y la fiebre de la obra, criticadas en su momento, siguen hoy fascinando a los lectores

Heathcliff y Catalina crecen juntos en Cumbres borrascosas, el caserón familiar. En una ocasión, durante una correría por los páramos, la pareja llega hasta la Granja de los Tordos, propiedad de los Linton, y entran a curiosear. Los dueños, creyéndolos unos ladrones, les azuzan un mastín, y el animal hiere a la chica en un tobillo. Al descubrir que se trata de la pequeña Earnshaw, la acogen bajo su techo, no así a Heathcliff, a quien expulsan de malos modos. Imaginen qué ideas lo asaltaron en el camino de vuelta. La estancia de Catalina en la granja le descubrirá que hay otros mundos fuera de su mundo y, aunque su corazón pertenecerá para siempre a Heathcliff, no dudará en contraer matrimonio con Edgar Linton. Heathcliff desposará a la hermana de este último, Isabella, por puro revanchismo.

El gran acierto de Emily Brontë es el enérgico dibujo de este amor ígneo que reduce a cenizas cuanto lo rodea; un amor tan intenso que resulta indistinguible del dolor. Heathcliff y Catalina son dos exponentes de un Romanticismo exacerbado.

Él es un héroe a la manera de Lord Byron, rebelde y titánico, capaz de desafiar a Dios y al Diablo, e incapacitado para el arrepentimiento. Ella es una heroína libre e indomable que hace su soberano antojo sin tener en cuenta a quién se lleva por delante. Tras la muerte de Catalina, Heathcliff la seguirá amando con toda su alma, y ella a él; el fantasma de la joven merodea en torno a Cumbres borrascosas y en noches propicias se asoma al interior de la casa a través de las ventanas de cristales empañados, entremezclando sus lamentos con los del viento. Heathcliff la amará y la odiará con igual intensidad por todo el daño que le ha hecho, y ella a él; el deseo de la mujer es que el alma del hombre no encuentre jamás paz. Cumbres borrascosas habla de una fuerza que todo lo puede. Quien no haya amado como lo hicieron Heathcliff y Catalina no sabe lo que es el amor.

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