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El día de gloria de Álvaro Uribe

  • El presidente colombiano aumenta su popularidad gracias a la operación Jaque

El presidente colombiano Álvaro Uribe, un católico cercano al Opus Dei que suele rezar en público, ha hecho de la mano dura su estrategia para debilitar a la guerrilla, con una terquedad y vehemencia que lo llevó a lanzar la arriesgada operación en que fueron rescatados 15 rehenes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Este abogado y hacendado, que el viernes cumplió 56 años, vive un momento de gloria tras el rescate incruento de rehenes -entre ellos Ingrid Betancourt y tres estadounidenses- que promete elevar aún más su popularidad e incluso catapultarlo a un tercer mandato.

En 2002 Uribe se apartó del Partido Liberal e inició una candidatura disidente. Ahora gobierna apoyado en una coalición de ocho partidos de centro y derecha, varios de cuyos miembros están en la cárcel por nexos con los grupos paramilitares de ultraderecha.

Persistir, insistir y nunca desistir es su lema, como recordó la noche del miércoles en una alocución radiotelevisada al recibir a Betancourt y otros rescatados en la sede presidencial.

Poco antes se había reunido con los obispos de la jerarquía católica, los primeros con los que celebró la liberación y ante los cuales la comparó con una "epopeya".

"El operativo que tuvo la luz del Espíritu Santo y la protección de Nuestro Señor y la Virgen, en todas sus expresiones es un operativo de inteligencia comparable con las mayores epopeyas épicas de la historia de la humanidad", dijo ante los prelados, con quienes -inusualmente- brindó con alcohol.

Para su reelección a un segundo periodo en 2006 fue necesario que se modificara la Constitución colombiana en un polémico proceso que llevó a la cárcel a una ex congresista que confesó haber sido sobornada por funcionarios del Gobierno.

Obtuvo entonces el 62% de los votos. Ahora, según las más recientes encuestas divulgadas en abril, más del 80% de los colombianos lo respaldan.

Su estilo coloquial y directo -tachado de populista por sus críticos-, su adicción al trabajo con jornadas que comienzan antes de las 5 de la mañana y suelen terminar en la medianoche, le han granjeado este apoyo popular.

Pese a ello, Uribe no es complaciente y no ha temido defender en público posiciones como la abstinencia sexual, la oposición a la legalización del aborto y a la despenalización del consumo personal de drogas.

En algunas de esas posiciones incluso ha entrado en contradicción con su esposa, la filósofa Lina Moreno, con quien tiene dos hijos.

Uribe hace gala de un ascetismo cristiano, especialmente en su forma de vestir simple y austera, que combina con el uso del sombrero y poncho típico durante sus viajes cada sábado a la provincia, donde preside "consejos comunales".

Esos foros, en los que escucha directamente las quejas de los habitantes de las regiones y compromete a los ministros en su solución -a veces regañándolos-, se han convertido en uno de los mecanismos de su acercamiento a los ciudadanos. Pero también dan fe de su carácter autoritario e irascible. Una de las imágenes más frecuentes de esas reprimendas públicas han sido las regañinas a los militares, a quienes a diario exige resultados en su cruzada contra las FARC. No en vano, durante su Gobierno rodaron las cabezas de unos 30 generales.

Aliado incondicional de Estados Unidos -que ha financiado con más de 4.000 millones de dólares su estrategia- ha prometido derrotar militarmente a la guerrilla, que asegura asesinó a su padre en junio de 1983 y que varios veces atentó en su contra.

Pese a ello niega que la lucha antiguerrilla sea una empresa personal, y destaca como logros el descenso de los homicidios y los secuestros, así como el retorno de la confianza de los inversionistas internacionales.

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