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La camaleónica canciller eterna

  • En sus 12 años al mando, ha demostrado una y otra vez su cintura para adaptarse a los tiempos sin dudar a la hora de adoptar políticas de otros partidos

La camaleónica canciller eterna

La camaleónica canciller eterna

La chica de Helmut Kohl, la subestimada, la versátil, la canciller del clima, la esfinge, la canciller de los refugiados, la reina de hielo, la canciller de las crisis, la mujer más poderosa del mundo... La lista de títulos para referirse a Angela Merkel es larga, pero ¿cuál la define mejor? Quizás todos, sólo algunos o cada uno en su momento.

A lo largo de sus 12 años al frente del Gobierno alemán, ha hecho frente a grandes turbulencias, desde la crisis del euro a la de los refugiados, y ha mostrado una y otra vez su gran capacidad para adaptarse a los tiempos sin dudar a la hora de adoptar políticas tradicionalmente de otros partidos como el cierre de todas las centrales nucleares, anunciado tras el desastre de Fukushima en 2011. ¿Se trata de una especie de "canciller con todo incluido"? La mandataria lo ve de otro modo. "Los desafíos son siempre diferentes", declaró en el único duelo televisivo con su principal rival, Martin Schulz. "Toda persona cambia a lo largo de su vida", señaló.

Merkel destaca por su disposición al acuerdo, sus nervios de acero y su pragmatismo

"Merkel ha convertido la falta de alternativa en su forma de Gobierno y con ello apacigua al partido, a los socios de coalición, la oposición, la prensa y el país", escribió la revista Der Spiegel. Pero, ¿quién es Merkel y cómo se convirtió en la mujer más poderosa del mundo?

La historia de uno de los fenómenos políticos más fascinantes del siglo XXI comenzó el 17 de julio de 1954, cuando Angela Dorothea Kasner nació en Hamburgo, en la República Federal Alemana, como hija de un pastor protestante y una maestra de inglés. Con tres años, su familia se trasladó a la República Democrática Alemana, concretamente a Templin. En esta pequeña ciudad, a hora y media de Berlín, aún reside su madre, Herlind Kasner. Allí Merkel creció hasta que se fue a Leipzig a estudiar Física. Esta decisión la tomó, según ella, porque si bien el gobierno comunista de la RDA controlaba casi todo, "no podía inmiscuirse en las leyes de la naturaleza".

De un breve matrimonio con el físico Ulrich Merkel le quedó el apellido. Después de sus estudios entró a trabajar en la Academia de Ciencias de Berlín Este. No fue hasta después de la caída del Muro de Berlín en 1989 cuando irrumpió en política. Y entonces llegó el día en el que conoció al mítico canciller Helmut Kohl. Fue el 30 de septiembre de 1990, en Hamburgo, un mes después de hacerse miembro de la Unión Cristianodemócrata (CDU) y poco antes de la reunificación de las dos Alemanias. A partir de ahí, esta treintañera protestante, inexperta y con un pasado "extranjero" en la RDA aprendió a pasos agigantados la dinámica del poder guiada por su maestro. "Muchos tuvieron que reconocer que no sólo los juristas saben pensar en este mundo", recordaría después Merkel. Pasó de ser ministra de la Mujer y de Juventud y posteriormente secretaria general del partido a ser presidenta de la CDU en abril de 2000, seis meses después de un escándalo de financiación ilegal del partido que defenestró a Kohl.

Como en su época de estudiante, donde una antigua profesora la recuerda como una alumna aplicada "que todo sabía y podía", Merkel estudia en profundidad todos los documentos que caen en sus manos y se prepara a conciencia para sus encuentros con otros mandatarios, algo que la llevó incluso a leerse una entrevista de Playboy de 1990 con Donald Trump. Guarda siempre la serenidad. "Nunca levanta la voz ni se equivoca de tono. No sé cómo lo hace. Quizá cuente ovejas por la noche", comenta la diputada de la CDU Christina Schwarzer.

La política de 63 años se ha mantenido fiel a sí misma. Ha protegido antiguas cualidades como su disposición a alcanzar acuerdos, sus nervios de acero o su pragmatismo. "Ante situaciones emocionales reacciona de manera extremadamente racional. Nada teme más esta científica que situaciones que no haya podido estudiar hasta el final. Planea todo", analizó Der Spiegel.

"Ustedes me conocen", dijo Merkel hace cuatro años, algo que repitió en el reciente debate con Schulz. Pero, ¿es así? Quizá en el plano político. Del personal apenas se conocen un par de retazos como que vive en un apartamento en el centro de Berlín con su marido, Joachim Sauer, que le gustan la cocina, la jardinería, la música clásica, el fútbol, pasear en la montaña y relajarse, cuando tiene ocasión, en su casa en Uckermark. Schulz la acusó de ser arrogante y de estar alejada de la realidad, algo que rebatió de plano incluso Gregor Gysi, icono del partido poscomunista La Izquierda y, como Merkel, procedente de la extinta RDA. "Si una cosa no es, es arrogante o alejada de la realidad. Para ser canciller es, sorprendentemente, nada vanidosa. No le interesa nada lo material".

En círculos pequeños Merkel se muestra relajada y divertida. Intenta llevar una vida normal dentro de lo posible. Le gusta mandar SMS pero no tiene cuenta en Twitter. En su entorno valora la armonía. Ahora, la mandataria está dispuesta a igualar el récord establecido por Kohl, quien fue canciller durante 16 años. Si Merkel gana hoy, algo que dan por sentado todas las encuestas, encadenará su cuarta legislatura consecutiva. Y tendría que posponer otros cuatro años su deseo de retirarse en su casita de Uckermark.

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