Las dificultades de la dictadura comunista Las autoridades piden nuevos sacrificios a la población

'Ahorro o muerte', nuevo lema cubano

  • La crisis económica mundial golpea con dureza a los habitantes de la isla, a los que afecta tanto en el consumo energético como en la propia disponibilidad de alimentos

Es un comienzo de verano caluroso, con más de 30 grados centígrados, pero en muchos lugares de Cuba el aire acondicionado está apagado. "Debemos ahorrar energía, aunque sea pesado", afirma un funcionario en una oficina gubernamental de La Habana, en cuyas grandes ventanas pega con fuerza el sol.

Como en muchas otras instancias oficiales, los recortes decretados por el Gobierno del presidente Raúl Castro prohíben que se accione el aire frío antes de la una del mediodía. Al llegar un visitante, se le enciende un ventilador en la sala de visitas. Después se apaga.

La crisis económica del mundo capitalista también salpica -y con fuerza- a la isla socialista, y las autoridades han optado por sacar el mazo del ahorro. Para rebajar la factura energética en tiempos de vacas flacas, muchas empresas han reducido su horario de trabajo; otras encienden menos luces de lo acostumbrado y, sobre aquellos centros de trabajo "derrochadores", pende como espada de Damocles la amenaza de un corte de suministro.

Las autoridades cubanas hicieron saltar la alarma en mayo, al darse a conocer que en los primeros cuatro meses del año se habían empleado en la generación de energía 40.000 toneladas de combustible por encima de lo planificado. Desde entonces, los líderes del país y los medios de comunicación reiteran por activa y por pasiva la necesidad de contener el consumo.

Un radical ahorro o muerte -en contraposición al patria o muerte de los discursos de Fidel Castro- es el lema acuñado por el hasta hace semanas presidente del Banco Central de Cuba, Francisco Soberón, para afrontar la crisis. "Recuerden, debemos trabajar juntos hacia el objetivo y aprovechar cualquier ocasión para ahorrar", es una de las frases con las que cierran estos días los noticieros televisivos.

Cuba ha visto incrementarse fuertemente los precios del petróleo y los alimentos que importa, al tiempo que se han desplomado los del níquel exportado por la isla, pasando de unos 33.000 dólares por tonelada en 2007 hasta los 15.000. También han caído los ingresos por exportaciones del tabaco y la pesca, y pese a que el número de turistas incluso crece ligeramente, desde el sector se afirma que los visitantes cada vez dejan menos dinero.

Como en muchos otros países, se ponen en duda proyectos de inversión, ante las condiciones de financiación más ásperas. Al gastarse muchas más divisas de las que se recibe, las arcas estatales acusan la falta de liquidez y los empresarios extranjeros se quejan de no estar recibiendo pagos por sus productos y servicios en Cuba. "No hay dinero en la caja. Cualquier dólar que se gasta, es un dólar que no se tiene", afirmó un economista de la Universidad de La Habana, hablando desde el anonimato.

Dentro de las medidas adoptadas, todas las empresas deben presentar un plan de consumo, al tiempo que se han reforzado los controles. A los que no cumplen las normas, como por ejemplo encender el aire fuera de horario, se les corta el suministro. Según el semanario sindical Trabajadores, tan sólo en La Habana se ha cortado la electricidad total o parcialmente "por derroches u otras violaciones" a 450 centros estatales.

Pero la crisis se está notando también más allá del calor y está llegando incluso al estómago. A partir de junio comenzaron a notarse cambios en la llamada "canasta básica", la cesta de productos de primera necesidad que el Estado distribuye a precios altamente subvencionados a través de la llamada "libreta de abastecimiento". En las bodegas de La Habana -el nombre que reciben los centros de distribución- se han reducido de 850 a 567 gramos los frijoles entregados por persona, mientras que la cuota trimestral de un kilo de sal se ha recortado a la mitad, según los propios vendedores.

Lázaro, un abogado, explica que ante los altos precios de los alimentos más allá de la cartilla, en su casa no tienen más remedio que reducir el número de comidas, sobre todo cuando sus dos hijos tienen libre en la escuela. "Los sábados y domingos, cuando estamos todos, nos levantamos tarde, hacemos un desayuno y luego otra comida a las cinco. Si no, no da para todos", explica.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios