Y en este caso concreto me refiero al último lobo jerezano. Claro, se trata de la especie Canis lupus, lobo ibérico, si hay otra clase de lobos en Jerez, lo desconozco. Pues sí, señores, en 1912, o sea, hace 105 años fue abatido el postrero ejemplar lobuno del que se tenga constancia en la provincia de Cádiz. Y fue, precisamente, en los Montes de Propios de Jerez, concretamente en la finca El Quejigal. Existe una nostálgica fotografía donde aparecen el cazador y el animal abatido, como prueba gráfica de la desaparición de una especie en nuestra provincia. Hubo rumores de que hacia 1925, en las cercanías de Arcos, se abatió otro lobo, pero no existe prueba de esta cita. A raíz de entonces el animal perteneció al pasado de nuestra historia natural.

Desde tiempos prehistóricos, hombre y lobo habían convivido. Convivencia difícil, sí, pero ecológicamente equilibrada. Con el paso del tiempo los intereses ganaderos del género humano chocaron con la existencia del animal, y el uso de las armas de fuego y del traidor veneno, inclinaron definitivamente la balanza en contra del más débil, que por otra parte cumplía el papel que la naturaleza asigna a todos los seres vivos, vivir.

Pero cuando el hombre interviene y quiebra el sabio y frágil equilibrio ecológico, la cosa empieza a fastidiarse y a descompensarse. Resulta que privado de su principal enemigo en la naturaleza, el jabalí y el cerdo asilvestrado empiezan a proliferar, y su aumento geométrico es ya casi imparable; con eso se perjudica al resto de especies, principalmente corzo, y la regeneración del bosque es imposible.

Los investigadores Eduardo Briones y Rafael Sánchez Vela se han remontado a cacerías en la provincia del siglo XIX, cuando aún existía el lobo, y el equilibrio de las piezas cobradas era evidente. Hoy en día en las monterías y recechos el número de cerdos asilvestrados supera con mucho a ciervos, gamos y corzos; por cierto, la joya de la corona venatoria gaditana.

La conclusión parece evidente, pero quién se atreve a ponerle el cascabel… al lobo.

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