CON motivo del reciente Gran Premio de Motociclismo celebrado días atrás en nuestra ciudad, Jerez se ha remozado un poco. Vamos, le hemos dado un lavado de cara, pintura en los pasos de cebra, señalizaciones relucientes… En definitiva, se ha hecho un esfuerzo por hacer un Jerez atractivo y agradable para los visitantes. Es un oportuno momento de vender nuestra imagen. Entre estos trabajos de remozamiento hay uno que me ha llamado la atención y que quería comentar: la limpieza de las cunetas de las carreteras y vías de comunicación cercanas a nuestra ciudad. Y los he observado no uno, sino varios días; y no una persona ni dos, sino cuadrillas de varios operarios. Y a fe que no les miento si no han sacado toneladas de basura, latas, plásticos, papeles… inmundicias que hemos echado allí nosotros, los humanos. Un trabajo tan digno como cualquier otro, pero qué triste recoger los elementos que demuestran nuestro incivismo y egoísmo. Es muy propio de estas tierras el tener la casa impecable de limpia, porque es nuestra, y de puertas afuera todo cochambroso, porque, total “como no es mío…”. Desconocemos que lo público es de todos. En los cortijos y casas rurales, salvo excepciones honrosas, es cuando más se nota esta desidia. Aquí, evidentemente, envidio las casas de campo inglesas, tan pulcras y arregladas por fuera.Y no es que quiera que esas afanosas personas pierdan sus puestos de trabajo, no por Dios. Lo que expongo es que en vez de efectuar ese estéril trabajo se dedicaran esos jornales a otras cosas. Plantar árboles, setos, arreglar vías públicas, en fin, trabajos que redunden en la comunidad. Sería más reconfortante para ellos crear para la colectividad en vez de recoger las miserias ajenas. Pero difícil lo veo. No es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia. ¡Ah!, pero eso no va con nosotros. Pues sí, y así nos va.

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