La Línea

El verano más solidario, en Betania

  • Hogar Betania atiende a medio centenar de menores en su campamento de verano para niños de barriadas deprimidas

  • Refuerzo escolar, dinámicas de grupo y ocio, entre las actividades

Un verano cargado de actividades y con trasfondo social. El mes de agosto se encamina hacia su fin y, con él, el campamento con el que Hogar Betania de La Línea atiende desde principios de julio a medio centenar de menores procedentes de familias en riesgo de exclusión social.

Además de participar en juegos y actividades de refuerzo escolar, que corren a cargo de personal especializado, el campamento supone el vehículo para que los niños -con edades que van desde los 3 a 14 años- continúen recibiendo una alimentación equilibrada, ya que el programa incluye para todos los menores inscritos un desayuno, el almuerzo y una bolsa con merienda para llevar. Se trata de dar continuidad a la labor asistencial que reciben en sus respectivos centros educativos durante el curso escolar, todos encuadrados en las denominadas como Zonas Necesitadas de Transformación Social (ZNTS), una vez que terminan las clases pero el problema de fondo -la pobreza- continúa en sus hogares.

El campamento se desarrolla este año por primera vez en el jardín interior de las instalaciones de Hogar Betania, en la calle Gibraltar. Una piscina, un castillo hinchable y dos grandes carpas presiden el recinto en el que los menores pasan casi todas las mañanas de lunes a viernes, entre las 9:30 y las 15:30. "En años anteriores el campamento se desarrollaba en la guardería de San Bernardo, pero se acordó el cambio por operatividad a la hora de transportar la comida que se prepara en el hogar a diario. Además, los niños tienen aquí menos sensación de estar en un recinto escolar, aunque también hacen deberes", explican las monitoras del taller.

Maribel, Bárbara e Isabel -trabajadoras sociales y maestra de Infantil, respectivamente- son las responsables de que los pequeños aprovechen el verano y se pongan al día en materias como lengua, matemáticas o inglés. Pero también de que aprendan pautas para llevar una vida saludable o a fomentar las relaciones de grupo. "Nada más llegar por las mañanas, antes de desayunar, les hacemos lavarse las manos para fomentar ese hábito. Y, al terminar cada comida, los dientes", resaltan las monitoras.

Tras el desayuno, servido a primera hora de la mañana, cuando el sol aún no aprieta, comienzan las actividades de grupo, excursiones o las clases de refuerzo. "Pretendemos nivelar carencias sociales y formativas para que estos niños afronten el próximo curso escolar en igualdad de oportunidades de éxito y aprovechamiento. Y, sobre la alimentación, les quitamos un serio problema a muchas familias en graves apuros", apuntan. De hecho, desde Betania también colaboran con las familias a la hora de repartir pequeños lotes de alimentos procedentes de donaciones.

Llega la parte que menos gusta: los deberes. Aunque se intenta dar un carácter lúdico a la hora de hacer los ejercicios o con la promesa de un chapuzón en la piscina. Para las horas de más calor, y si no están en el agua, los menores también tienen a su disposición un aula habilitada como ludoteca en la que no faltan juguetes y material para realizar manualidades.

"Resulta muy gratificante trabajar con menores. A través de ellos también hacemos cierta prospección de sus situaciones familiares y tratamos de intervenir. El resto del año también trabajamos con ellos en talleres en los que buscamos la impliación de los padres", destacan las monitoras.

Durante estos dos meses, el grupo ha hecho excursiones al parque Princesa Sofía, donde los voluntarios de Los Locos del Parque les enseñaron todo el trabajo que desarrollan para recuperar este espacio público. La biblioteca José Riquelme o las pistas de atletismo han sido otros de los enclaves donde se han hecho actividades. Talleres de teatro, juegos en equipo y otras dinámicas de grupo son utilizadas por las monitoras para inculcar valores como el trabajo en grupo, el respeto mutuo o la solidaridad.

Sobre las 12:30 llega la hora preferida, la piscina o tiempo de juegos hasta el almuerzo. Tocan lentejas y apenas queda nada en los platos porque quienes acaban tienen como pequeño premio tiempo extra para un nuevo chapuzón antes de que sus padres lleguen a recogerlos. No se irán sin sus bolsas para la merienda, un sencillo gesto con el que las apreturas pasan inadvertidas. Misión cumplida.

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