EnciclopediadelaLÍNEA

El centro

Como colofón a esta serie de relatos sobre los barrios de La Línea de la Concepción, pasamos a relatar el centro de la ciudad como una más dentro del organigrama de las barriadas linenses.

A la ciudad se le ha tomado siempre el pulso en el centro. La Línea ha dependido siempre de esta zona, incluso en épocas de superpoblación. Sus barriadas han sido una especie de ciudades dormitorio, por llamarlas de alguna manera, con escasa o nula actividad comercial y social. No obstante, apenas si ha habido separación entre el centro y sus barrios más cercanos. Tanto es así, que el centro se confunde muchas veces con algunos barrios por su inmediatez física, como ocurre con San Pedro, Velada, Huerta Fava o Miramar.

Dentro de todo este entramado y las peculiaridades históricas del centro de La Línea, todavía más particular es la calle Real, donde históricamente se ha desarrollado la vida social, laboral y casi cultural de la ciudad. Sus muchos cafés, el Círculo Mercantil, la Unión Deportiva, sus bares (algunos ya desaparecidos), ahora los bancos y cajas de ahorro, su disposición geográfica y la conexión de dos plazas (la de la Iglesia y la de la Constitución) la han convertido en el eje de la ciudad desde siempre y en casi todos los aspectos.

Alrededor han girado otras vías comerciales de gran tránsito, como San Pablo, Clavel, Doctor Villar o Sol, donde también se ha generado movimiento, pero de menor magnitud. La actividad que creaba Gibraltar proporcionaba a esta calle y sus inmediaciones un movimiento propio de capital más que de ciudad y basta con echar un vistazo a instantáneas de la época para comprobar cómo era el centro de La Línea en tiempos de esplendor.

Hace años, cuando la vida laboral de La Línea giraba en exclusiva en torno a Gibraltar, la calle Real era el punto de encuentro de los linenses. La escasez de coches y el gusto por la tertulia hacían de las terrazas casi el gobierno paralelo de la ciudad y un auténtico foco creativo en todas partes. Hoy día ha vuelto esa moda, y en los cafés, y ahora en las cafeterías, se charlaba y se charla de todo, porque la gente de La Línea siempre ha estado preparada para hablar de cualquier tema. Las tertulias del Modelo, por ejemplo, quedaron plasmadas para siempre en los linenses, que han ido transmitiendo aquellas vivencias a sus descendientes, muchos de los cuales querrían ver recreadas aquellas experiencias inolvidables.

En el resto de las calles del centro también había vida pero, curiosamente, mucho menos que en la calle Real, que era donde se concentraba todo el espíritu pensante de la ciudad. No en vano, desde que se entraba por la Plaza de la Constitución (antes Explanada), ya se podían apreciar y disfrutar de las primeras tertulias en el Bar España. Luego, en dirección a la Plaza de la Iglesia y en diferentes épocas del pasado siglo XX, los linenses y forasteros se congregaban en el Anglo-Hispano, la Unión Deportiva, el Círculo Mercantil, la Peña Carlos Corbacho, el Bar Ecuador, el Cinzano (luego Jerez), el Vicentino, el Okay (antes Jockey), el Modelo y, en general, en la gran cantidad de establecimientos existentes en esa calle.

Muchos ha ido desapareciendo o cambiando de ubicación y con eso se ha ido perdiendo el espíritu callejero de la gente de La Línea. Antes, cuando las comodidades de las casas eran mínimas, la gente se echaban a la calle desde por la mañana temprano. No había tele, ni ordenadores ni más aspiración que no fuera vivir al día y disfrutar. Por eso, cualquiera que pretendiera escapar de esa monotonía tenía que buscarla fuera. Irse de la calle Real era la mejor solución.

El resto del centro vivía al amparo de la calle Real. En diversas etapas, el Racimo de Oro, Los dos cuatro, la Peña Joselito-Manolete, La Viña, El Buen Vino, Rocha, el Blanco y Negro, La Laguna, el Bar Tánger, el Trineo, el Fabiola, el Finlandia, la Alhambra, el Aperitivo, el Sevilla, el Alcoba y algunos otros bares eran las opciones en los alrededores de la calle Real. También tenían su clientela en sus horarios más típicos y rivalizaban con sus enemigos en igualdad de condiciones.

Al margen de los bares, que no todo el ambiente se generaba en ellos, el centro ha sido lógicamente la referencia de cualquier establecimiento comercial. Hasta que se quemaron, en julio de 1980, el eje alrededor del que giraba la actividad eran los Almacenes Mérida, situados junto al Mercado de Abastos. En ese contorno se instalaban innumerables comercios ambulantes, que todavía permanecen, como los de las calles San Pedro y Granada, caracterizados más por ser de venta ambulante de frutas y verduras y de pescado.

La incesante actividad de los alrededores del mercado permitía, y permite, encontrar cualquier tipo de objeto, en muchas ocasiones de segunda mano, pero útiles. En este sentido, resultaba curioso el mercadillo que se instalaba, y que todavía existe, en la calle Las Flores, donde pueden encontrarse enchufes, novelas, discos, libros, llaves y, en general, todo tipo de objetos usados. Este mercadillo desapareció con el arreglo de la calle, pero ha resurgido hace unos años.

Con el paso del tiempo, aproximadamente hace unos veinte años, nació en los alrededores del mercado un nuevo tipo de comercio, el artesanal, cuyo nacimiento fue casi paralelo al de los puestos de personas llegadas desde África, que se establecieron principalmente en viviendas de la calle González de la Vega y que colocaron sus puestos en las calles Las Flores y Doctor Villar. Por un precio módico, podían encontrarse gafas de sol, radio-cassettes, relojes, bolsos, pañuelos, etc. Con un poco de regateo, el precio podía rebajarse casi a la mitad, aunque cada vez son menos transigentes en este sentido y resultan más difíciles de convencer.

En cuanto al mercado artesanal del centro de la ciudad, sus creadores son fundamentalmente jóvenes que han tenido algún problema de salud y tratan de abrirse un camino en la sociedad, haciendo algo y ganando unas perrillas.

El centro ha experimentado un profundo cambio en los últimos veinte o treinta años. Calles emblemáticas han quedado para los peatones; muros históricos han sido derribados abriendo calles nuevas; edificios de siempre ya no existen y, lo peor de todo, ya no se puede aparcar en el centro. Al margen de las urbanizaciones creadas por todo el término municipal, el centro es la zona que más ha modificado su aspecto, siempre en busca de una modernización que en ocasiones ha perjudicado notoriamente la imagen estética.

Los primeros cambios empezaron a palparse a principios de los años ochenta, cuando el gobierno municipal socialista de entonces decidió enlosar las calles Cadalso, Hércules y Doctor Villar. Esto, por ejemplo, hizo que desapareciera la presencia tradicional de la ambulancia de la Cruz Roja aparcada junto al edificio de la Asamblea Local, en la calle Cadalso, junto a la Plaza Fariñas, enfrente de donde poco antes se había elevado el monstruoso inmueble de la Casa de la Cultura.

Junto a estas calles fueron cambiando, progresivamente, la calle Carteya hasta Aurora, un tramo de Las Flores junto al mercado y Alfonso X el Sabio hasta Carboneros.

Antes habían ido cerrando casi todos los cines del centro, desde el Trino Cruz hasta el Cómico Jardín, pasando por el Parque de verano y el Teatro Parque o de invierno. La desaparición de estos últimos trajo como consecuencia la apertura de la calle Carboneros, en busca de Méndez Núñez, que también se abrió en el cruce con López de Ayala y la creación de una nueva urbanización. Todo esto ocurrió en la segunda mitad de los años ochenta. En 1990 desapareció el Teatro Cómico, en plena calle Real, para dar paso a un feísimo edificio que ahora empieza a tomar vida con la apertura de establecimientos y el alquiler de oficinas.

Uno de los cambios más brutales de la fisonomía del centro se produjo en la Plaza de la Constitución. En 1985 comenzó la construcción del aparcamiento, que hizo desaparecer la alargada y emblemática glorieta de la antigua Explanada, que quedó desangelada con un inmenso paseo que sólo tiene uso durante la coronación de las reinas de la Velada o en otras actividades puntuales.

Asimismo se suele utilizar actualmente para montar una pequeña feria para los pequeños, con carruseles o caballitos y alguna que otra tómbola. Lo que antes era una espacio cerrado y entrañable con el edificio de la antigua Aduana dio paso con el tiempo a una plaza fría que sólo empieza a recuperar vida con el Museo del Istmo y los escasos bares de su acera ancha.

También quedó abierta hace unos años la calle López de Ayala hacia Granada, de la misma forma que hace ya más de veinte años se derribó la muralla negra que dividía la calle Hernán Cortés con la placita de Vistalegre. Otro de los puntos que ha sufrido una importante renovación ha sido el mercado de abastos, aunque es mejor hablar de parcheo que de mejora porque la nave añadida por la calle Las Flores terminó de romper la estética de un edificio maltratado con el paso del tiempo y cuya actividad tapona el tráfico del centro durante las mañanas.

En 1987, el Ayuntamiento determinó la obra de la calle Real, que dejó de ser de uso de vehículos para ser de peatones. Las losetas colocadas en el primer semestre de aquel año han causado desde entonces más problemas de los previstos, sobre todo en invierno, hasta el punto de que el posterior equipo de gobierno decidió remodelarlas para dejar una imagen como la actual, mucho más artística y moderna.

Algo parecido ocurrió con la calle Sol, que presenta un aspecto inmejorable desde aquellos años, cuando se modificó su fisonomía de siempre para dar paso a un paseo atractivo y coqueto.

Para el futuro, se prevén algunas otras obras de peatonalización de algunos puntos más del centro de la ciudad, como ha ocurrido en la Plaza de la Iglesia, donde se ha cortado el tráfico, aunque de vez en cuando se escapa algún que otro vehículo, pero son pocos. Se han montado en dicha plaza varias cafeterías y pubs, que sacan sus mesas y sillas a la puerta, sobre todos los días soleados, que en esta parte de España son muchos. Allí se sientan las parejas y las madres para ver jugar a sus críos.

Frente al Santuario de la Inmaculada se ha construido un edificio con unos soportales en forma de arco, que sirve principalmente para el refugio de las Hermandades los días de lluvia de la Semana Santa. Este pasaje llamado Torres Vico, en honor al famoso pediatra, comunica la Plaza de la Iglesia con las calles Rafael de León y Carboneros y con la Avenida España.

En general, todas estas obras han estado acompañadas por una mejora en la red de alcantarillado, que tenía deficiencias ancestrales, casi de la época en la que alcaldes como Juan Bautista Fariñas o Andrés Viñas decidieron emprender la ingente tarea de instalar el alcantarillado y asfaltar las calles de La Línea. Algunas tuberías tenían una gran antigüedad y muchos vecinos tenían que pagar las consecuencias. Las inversiones previstas en materia de saneamiento auspiciaban la finalización de problemas históricos en el centro de la ciudad, debido al escaso nivel freático de las calles. El bombeo puede acabar con la salida de aguas fecales, que cada vez son menos frecuentes. Hasta hace pocos años, los malos olores han obligado a adoptar medidas de choque para tratar de eliminarlos al menos de forma provisional.

No obstante, en términos generales, se ha advertido en el centro un cambio radical, con independencia de que haya sido para bien o para mal. Tanto ajetreo ha provocado por ejemplo detalles tan curiosos como la desaparición de casi todos los bares de tapas en la calle Real.

Por todo ello, aquellos largos y repetitivos paseos por la principal vía de la ciudad forman parte de la historia y se unen a la larga lista de costumbres perdidas y casi irrecuperables. El consuelo, por lo menos, es que hay mucho bullicio en el centro los días laborables, como en los años cincuenta y sesenta. El cambio en el centro ha tenido detalles de indudable belleza y algunas auténticas aberraciones.

En el centro habitan aproximadamente unas cinco mil personas con el Santuario de la Inmaculada Concepción como iglesia católica. Entre los centros de enseñanza podemos citar el Colegio Público Inmaculada y la Escuela Universitaria del Profesorado, en el Complejo Educativo Ballesteros, ambos en la Avenida España.

Entre los organismos que están instalados en este espacio se encuentran el Ayuntamiento, el INEM y la Oficina de Recaudación. Cuenta también con varias entidades como la Unión Deportiva, Círculo Mercantil, Peña Barcelonista, Arco Iris, Apymel, Alcentro o Asocel. Existe una Asociación de Vecinos llamada Parque Centro.

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