La Línea

Un callejero artesanal e integrador

  • Despierta imparte un taller de cerámica para la inserción social que elabora la rotulación de 300 calles linenses

  • Los alumnos aprenden el oficio para mejorar sus opciones de empleo

Poco a poco, con buen pulso y concentración, el pincel se desliza sobre un áspero baldosín de barro. Una tras otra, con cada doce piezas se concluye con una pequeña parte del encargo que el Ayuntamiento de La Línea ha confiado a la Coordinadora Linense Contra la Droga Despierta: elaborar los rótulos en cerámica para las calles de las barriadas de La Atunara y San Bernardo.

Despierta, que atiende a personas en riesgo de exclusión social de la ciudad, ha puesto en marcha hace apenas unos días un taller de cerámica para hacer frente al contrato municipal que ganó tras presentar la oferta más ventajosa en el concurso de adjudicación (15.000 euros). En una de las alas del centro que la entidad gestiona en la calle Xauen, el taller de manualidades se ha convertido en una fábrica de losetas artesanas. Cuatro usuarios de Despierta han sido seleccionados para elaborar los baldosines siguiendo la técnica tradicional que les imparte Raquel Ñeco, artista y monitora del curso. "Estamos cuatro horas cada mañana de lunes a viernes. Además de servir como terapia, el grupo aprende un oficio que se está perdiendo, que es sostenible y puede tener salidas laborales para promover la reinserción social de estas personas", destaca.

"Al principio tardábamos bastante en hacer una placa completa. Luego ya le hemos cogido el tranquillo y vamos más rápido", reconoce Carlos Fernández, linense de 50 años y que antes ha trabajado en oficios de cocina y hostelería.

Junto a Carlos Fernández, integran el taller Juan Pérez, Teresa Palma y Thomas Smolnski. "Pintar me divierte y relaja", resalta Smolnski, nacido en Polonia y que durante la improvisada tertulia que se mantiene cada día en el taller aprende las costumbres y la historia linense.

Les observa José Luis, quien recientemente ha llegado a la Coordinadora y que aspira a integrarse en el grupo junto con los otros cuatro alumnos que en apenas una semana han rotulado ya para una decena de calles. Ñeco destaca que todos se muestran entregados y muy motivados. "Llegan puntuales y son disciplinados. Es algo que en lo personal me resulta muy enriquecedor. Todos los días me enseñan algo. Que a pesar de que por circunstancias de la vida lo tienen difícil, no tiran la toalla y quieren aprender un oficio", apostilla Ñeco.

El diseño de las placas es similar a las de vinilo que se están colocando en otras zonas del casco urbano. "El hecho de que se hagan en cerámica responde a que se van a colocar en las calles de las barriadas que dan al litoral, donde combate más el viento y la salinidad que deterioran el otro material. Éstas son para toda la vida", explica Ñeco, quien mantiene vínculos con Despierta como monitora desde hace varios años, en los que ha impartido talleres de modelado, reciclaje o manualidades para menores infractores. En total prevén hacer un millar de placas para unas 300 calles dado que cada vial necesita, como mínimo, dos conjuntos para sus extremos. La Avenida Menéndez Pelayo, que recorre la ciudad de norte a sur, requiere de nueve señales para marcar sus principales cruces.

El proceso para elaborar estos rótulos requiere, sobre todo, paciencia. Primero, las lozas bizcochadas (en bruto) se agrupan de doce en doce (tres filas de cuatro baldosines) para transferir el diseño formado por las filigranas, el escudo local y las letras de la calle utilizando papel de calcar. No se puede emplear un lápiz directamente porque la loza no admite materiales grasos (como el grafito) ni tampoco se puede borrar. De lo contrario, el aspecto final de la baldosa se vería alterado respecto del resto.

Una vez transferido el dibujo, toca rellenar el patrón utilizando un pigmento específico que en este caso presenta un color violáceo. Las piezas reciben luego una capa de esmalte y son cocidas en el horno con un aumento gradual de la temperatura hasta alcanzar los 980 grados. A esa temperatura las piezas mantienen durante casi 20 minutos y luego, poco a poco, se dejan atemperar hasta que se iguala la temperatura con el ambiente. La cocción dura en total casi 24 horas.

En el interior del horno, la magia de la química convierte la pintura violácea en el azul cobalto de la bandera de La Línea por oxidación mientras que el fondo de la baldosa adquiere un tono blanco brillante y duradero.

Cada uno de los rótulos lleva la firma del taller de la Coordinadora Despierta, aunque los alumnos realizan todos los rótulos de una misma calle (un mínimo de dos) para que luego puedan identificar cuáles han sido producto de su esfuerzo.

"Cuando veamos las placas en la calle podremos decir que esto lo hemos hecho nosotros para el pueblo de La Línea. Es un orgullo", destaca Juan Pérez, quien antes ha trabajado en oficios temporales como conserje, limpiador y obrero. "Me gustaría trabajar haciendo esto. Me motiva y relaja", resalta. Es la primera vez que pinta y, apunta, se le da bien.

Los aprendices de este taller van a elaborar además varios azulejos conmemorativos para diversos eventos y un directorio para el edificio Ballesteros, lo que les permitirá aprender diferentes técnicas de este oficio tradicional como la cuerda seca o el engobe.

Ahora esperan con ilusión que el primer bloque de azulejos se coloquen en las calles y el alcalde, Juan Franco, acuda a ver cómo están quedando. "Que le pongan una cortinita para inaugurar. Nos hace ilusión", bromea Pérez mientras rellena las letras de los azulejos que pronto lucirán en la calle Conil de La Atunara.

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