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La Peña Joselito-Manolete da su último capotazo

  • La entidad, que este año hubiese celebrado su 63º aniversario, echa el cierre por las dificultades económicas

  • Un grupo de socios intentará reabrirla

La Peña Joselito-Manolete, con la puerta cerrada, ayer.

La Peña Joselito-Manolete, con la puerta cerrada, ayer. / jorge del águila

Las dificultades económicas se han llevado por delante una de las entidades más añejas y con más solera de La Línea, la Peña Taurina Joselito-Manolete, que el pasado 12 de febrero hubiese celebrado su 63º aniversario. La peña se mantenía con una cuota mensual de cuatro euros que pagan sus 40 socios, una cantidad insuficiente (160 euros) para hacer frente a todos los gastos que conlleva pagar el alquiler del local, los distintos pagos y la celebración de actividades durante el año.

Aunque un grupo de socios intenta reflotar la entidad y continuar en una nueva sede, a día de hoy la Peña Joselito-Manolete es historia. El año pasado su último presidente, Jesús Borrego, intentó reflotar la entidad, pero la falta de ingresos y la ausencia de savia nueva han sido los detonantes principales.

El destino de la Peña Joselito-Manolete ha sido similar al de otras entidades con solera que en los últimos tiempos han tenido que echar el cierre por motivos económicos, como la Sociedad de Caza y Pesca El águila real o la Peña Madridista.

La Peña fue inaugurada oficialmente el 12 de febrero de 1954. Su primera sede estuvo en la esquina entre las calles Santa Marta y San Pedro, en un local de 12 metros cuadrados. En 1981 pasó al número 1 de la calle Muñoz Molleda y en 1994 se ubicó en el 25 de la calle Clavel, su última sede.

El origen de la entidad es curioso. En 1954, un grupo de amigos que se fue de excursión a Ronda para ver un partido de la Balona decidió crear un club de fútbol. Dentro de ese grupo había otros interesados en formar mejor una peña taurina. Al final triunfó la segunda opción y comenzaron a buscarle un nombre. La primera idea fue la de Antonio Ordóñez, que por entonces estaba en la cúspide de su carrera. Sin embargo, no todo el mundo estaba de acuerdo, por lo que se decidió recurrir a dos matadores fallecidos, Joselito y Manolete, ambos muy relacionados con La Línea; el primero, por haber cortado la primera pata en la plaza linense y el segundo porque cortó en La Línea su último rabo antes de morir, en 1947.

Su primer presidente fue José Caballero Gómez, aunque era Eladio Monje el que en realidad regía los destinos de la peña. La entidad fue tomando cuerpo hasta el punto de que la diminuta sede, de unos 10 metros cuadrados, se quedó pequeña en las primeras semanas de vida y se amplió con un almacén que daba a la calle Santa Ana.

Con el paso del tiempo, la peña se consolidó de tal manera que hubo que buscar otro local. La calle Muñoz Molleda albergó a la entidad en sus mejores años hasta que posteriormente se decidió el forzoso traslado a la calle del Clavel. La Peña tuvo una caseta de feria en su propia calle durante muchos años. El ambiente era continuo, de día y de noche, y consiguió un enorme relieve. Como curiosidad, los socios de la entidad disfrutaron de uno de los primeros televisores en color que hubo en la Línea.

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