La Línea

La Línea, más allá de la historia local

  • Los investigadores defienden el papel de la ciudad en el marco de las operaciones de la Segunda Guerra Mundial

  • La Línea de Contravalación apenas duró un siglo en pie

La conocida como Línea de Contravalación, construida en torno a 1730, y el casi centenar de fortines -de los que hoy solo quedan medio centenar- que fueron construidos entre 1939 y 1944, en pleno siglo XX, son el principal reflejo de la historia de la ciudad. Recorremos, en este segundo capítulo dedicado al patrimonio de la comarca, las huellas que las diferentes contiendas dejaron en el territorio linense. También nos daremos un paseo por Torre Nueva, una torre vigía con más de cuatro siglos a sus espaldas.

La línea de

contravalación

La idea de crear la Línea de Contravalación para cerrar el istmo que unía La Línea con Gibraltar nació tras el segundo asedio a la plaza gibraltareña, en 1727. Las autoridades españoles pretendían incomunicar a Gibraltar y crear una defensa militar que sirviera también para luchar contra el contrabando. El proyecto inicial incluía un cerramiento con empalizada que luego terminó en un diseño que concluyó con la construcción del fuerte de Santa Bárbara en la zona de levante y el de San Felipe, el de mayores dimensiones y entidad, en el área de poniente, y entre ellos una muralla. "El fuerte de San Felipe, que miraba a la Bahía, era mayor y tenía forma de ángulo para proteger los dos lados, el orientado a la Bahía y el que miraba hacia Gibraltar. Aunque eran sistemas de fosos secos, el de San Felipe tenía mucha agua por el nivel freático de los terrenos y además se alimentaba del sistema de mareas porque estaba comunicado con el mar", explica Carlos Gómez de Avellaneda, doctor en Historia.

El sistema de fortificaciones estaba dotado de estos dos fuertes que les servían de extremos, y de otros pequeños fuertes, de menores dimensiones, conocidos como Princesa, el Principal, donde se encontraba una puerta, Santa Mariana y San Benito.

La línea fue eficaz hasta que los aliados ingleses, ante el avance de las tropas francesas, convencieron a los españoles de que había que eliminarla para que Gibraltar no fuese asediada ni neutralizada. "Los dos fuertes fueron destruidos, aunque con más empeño el de San Felipe, con un sistema en el que se enterraban barriles llenos de pólvora en los cimientos. Se les prendieron fuego y terminaron cayéndose", explica el historiador, quien cuenta que en las excavaciones realizados fueron hallados restos de barriles de madera, pintados en azul, con las duelas en bronce y con una marca de pata de oca que identificaba a los ingleses.

"En aquel momento los ingleses eran nuestros aliados y convencieron a las autoridades españolas de que había que destruir la línea, pero cuando quisimos rehacerla lo impidieron por considerarlo poco amistoso", explica Gómez de Avellaneda.

En su opinión, el fuerte que más posibilidades tiene de ser restaurado es el de Santa Bárbara ya que conserva tanto sus fosos como su estructura y solo haría falta darle altura. El de San Benito está tapado con arena y no corre peligro y el de la Princesa fue desmontado y elevado sobre un aparcamiento subterráneo. El de San Felipe, a pesar de que tenía un gran valor, no conserva grandes vestigios y de la muralla que unía ambas fortificaciones apenas quedan unos trozos en los alrededores del instituto Menéndez Tolosa. Las únicas actuaciones que se han llevado a cabo en la Línea de Contravalacion las ha realizado la Demarcación de Costas. La Delegación de Cultura mantiene que salvo algunos restos arqueológicos, la construcción defensiva es conocida por fuentes históricas.

Los investigadores afirman que en La Línea de la Concepción pudo haber hasta 100 fortines, aunque en la actualidad solo se conservan la mitad. Hace más de 15 años la Consejería de Turismo intervino en una decena de ellos por ser considerados el corazón del sistema de fortificaciones linense. Fueron restaurados, limpiados y algunos sirvieron incluso de sala de exposiciones durante algún tiempo. Entre ese grupo de afortunados se encontraban los cuatro situados en el parque Reina Sofía, los que componen la línea artillera en Santa Bárbara y alrededores y el ubicado junto al instituto Menéndez Tolosa, todos insertos en pleno casco urbano.

"Hicimos una ruta a pie, que todavía hoy se puede hacer e incluso pusimos sobre la mesa la idea de construir un centro de interpretación, pero no se llegó a terminar", explica Alfonso Escuadra, historiador, especialista en este sistema de fortificaciones y concejal de Cultura que promovió dicho proyecto.

Ahora Escuadra, además de investigar, colabora con alguna entidad privada y asociaciones de defensa de los búnkeres que quieren continuar con esa idea y otorgar a la ruta de los fortines el importantísimo reclamo turístico que supondría, al igual que sucede ya en otros países desde hace años. "La verdad es que la administración no sabe qué hacer con ellos como elementos patrimoniales a pesar de que están consolidados y catalogados, lo que implica cierto grado de proteción, y que son de una relevancia fundamental en el caso de La Línea, que toma su nombre de una línea artillera", añade.

Muchos de estos elementos permanecen en la línea costera, sobre todo la de levante, en la de poniente han desaparecido, y tabién pueden encontrarse algunos en Sierra Carbonera, Santa Margarita y La Alcaidesa. Pese a todo, su estado de conservación en la mayoría de los casos es aceptable, sobre todo los que están enterrados en arena.

"Todos están inventariados, ahora lo único que hace falta es que sean declarados Bien de Interés Cultural para que reciban la protección que merecen", explica el historiador.

Los fortines linenses fueron construidos entre 1939 y 1944. Escuadra destaca que son sistemas de defensa de la Segunda Guerra Mundial y no de la Guerra Civil española, que ya había concluido cuando empezaron a levantarse. Aunque todavía hay quienes no reconocen el valor histórico y patrimonial de los búnkeres, el profesor defiende su relevancia histórica en el marco de la Segunda Guerra Mundial y a ellos hacen referencia los diferentes planes ideados por los alemanes contra Gibraltar, explica el historiador.

"Los fortines de La Línea están incluidos en un marco histórico que trasciende la historia local y coloca a la ciudad como protagonista en el relato de la Segunda Guerra Mundial y la historia contemporánea. Por tanto, primero hay que estudiarlos, luego sensibilizar a la población y después a los poderes públicos. Es muy importante ponerlos en valor porque más allá de tratarse de elementos de guerra, pueden convertirse en un ejercicio de memoria histórica",concluye.

Torre Nueva es una torre almenara o torre vigía construida para la vigilancia de costa y muy similar a las que se levantaron en otros municipios como Algeciras, San Roque o Los Barrios. Fechada en el siglo XVI, en tiempos de Felipe II, tenía como objetivo principal vigilar la costa ante las incursiones de los piratas berberiscos. "Tras la Reconquista, la frontera entre el mundo árabe y cristiano se fijó en el Estrecho de Gibraltar, por lo que todo el Sur de Europa está plagado de torres de este tipo", explica Ángel Sáez, director del Instituto de Estudios Campogibraltareños.

Torre Nueva, una edificación de una sola planta, está razonablemente bien conservada a pesar de tener más de 400 años. Parte de su buena conservación se debe a que estuvo activa hasta hace muy poco gracias a las labores de vigilancia y control tanto del cuerpo de carabineros como de la Guardia Civil.

La torre almenara está ubicada en la playa de Levante y no tiene puerta. A ella se accede a través de una escala que está situada a unos cuatro metros y medio del suelo. En su interior conserva una escalera de caracol desde la que se subía a la estancia donde se hacía el fuego para dar la alarma. "Su principal función era la de vigilar los desembarcos que podían producirse desde Gibraltar. Siempre había un torrero vigilando que era el encargado de advertir del peligro, con humareda o con llamarada según si era de día o de noche, al resto de las torres hasta que la señal llegaba a la ciudad más cercana", comenta Sáez, para quien su utilidad era tan importante que estuvieron construyéndose en la zona de El Palmar y Vejer hasta principios del siglo XIX.

El Estado era el responsable de autorizar estas construcciones e indicaba cómo había que hacerlas, pero sin embargo las pagaba el territorio en el que se establecían. "A su mantenimiento también contribuían los municipios de interior situados a 40 leguas, que se beneficiaban de estas labores de vigilancia", declara el director del Instituto de Estudios Campogibraltareños.

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