No hace falta que nadie me convenza de la importancia de la palabra, de la fuerza que la misma arrastra consigo, de cómo una palabra tempestiva puede alterar el rumbo de una vida, enderezándola milagrosamente o hundiéndola para siempre. Eso lo sé yo bien, de ahí que no dude en rogar a quienes me rodean que mimen el lenguaje, que se esfuercen en la expresión correcta, tanto cuando utilizan el medio escrito como cuando hablan, ya sea para una multitud de oyentes o cuando, con complicidad, se bisbisea una frase muy cerca del oído. Por eso el don de la palabra conlleva una responsabilidad para el que la posee. Lo que se dice, al igual que lo que adrede se calla, puede llegar a quedar grabado de forma indeleble en el recuerdo de quien escucha, o lo que es peor, en su subconsciente, generando con el tiempo conductas inexplicables en personas cuerdas.

De la misma manera, tampoco creo que deba defender mi postura sobre el machismo. Soy un defensor a ultranza de la igualdad, y por ello creo y defiendo la discriminación positiva como medio necesario para alcanzar la paridad entre iguales. Ya he manifestado otras veces que el principio de igualdad lo que realmente exige es tratar de forma desigual a los desiguales. Dicho esto, y reseñada la importancia que hay que dar al lenguaje y a la igualdad, en sus distintas expresiones, por supuesto también en la que resulta de la relación existente entre los hombres y mujeres entre sí, en sus diferentes combinaciones posibles, creo que la persecución de ambos fines en ningún caso puede ser la excusa para que se tuerza artificialmente la lengua o las palabras que la integran para llegar al absurdo, cuando no al ridículo o al despropósito. Digo todo esto por la última ocurrencia de la Junta de Andalucía para eludir la condición de padre o madre -venga la misma de donde venga- a través del uso sustitutivo del término guardador o guardadora. Con ello se simplifica la relación del menor con la persona de quien depende, normalmente presidida por una compleja institución jurídica como es la patria potestad, en aras a que en el modelo administrativo se puedan confundir allí reunidas otras instituciones de menor calado, y no por ello menos importantes, como son la tutela o la mera situación de guarda de hecho, v.gr. Se confunde así el todo con una parte. Espero que algún día nuestros gobernantes respondan por sus agresiones a la palabra.

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