Dilecto J.L.

Que dé un paso adelante quien no esté preocupado. Porque, lo cierto, es que yo sí que lo estoy

Que dé un paso adelante quien no esté preocupado. Porque, lo cierto, es que yo sí que lo estoy. El riesgo, en cierta forma, es mesurable, y por ello previsible, así que puede cuantificarse y prevenirse, pero la incertidumbre va envuelta en una suerte de zozobra para que la que no tenemos respuesta imaginable. Si además a esa falta de certidumbre le añadimos que este problema se mueve entre pasiones más que impulsada por razones, habrás de convenir conmigo en que el cóctel que tenemos entre manos genera cierta desazón.

Este fin de semana un rotativo inglés se ha visto obligado a recordar que Rajoy no es Franco, ni Puigdemont tampoco es Mandela, así como que España no es un estado opresivo sino una democracia que, tal y como señala el compañero Jose María Requena en su columna dominical, se encuentra en el grupo de cabeza en cuanto a calidad y cantidad. Una obviedad claro. Pero por mucho que desde fuera nos lleguen voces que intentan poner argumentos por encima de los sentimientos, lo cierto es que el problema no va a mejor, sino que todo tiene pinta de que, lejos de solucionarse, apunta visos de que se va a recrudecer. Ojalá me equivoque, aunque verás que hasta ahora mis previsiones no se desvían mucho de lo que finalmente acontece.

Echando la vista atrás, creo que nuestros dirigentes habrán aprendido de cuanto se ha hecho bien y de lo que a todas luces ha venido mal dado, y en eso me reconforto. Pero no te voy a negar que atiza de nuevo la inquietud advertir que, por la simple aplicación de la lógica de la física, resulta del todo imposible que dos grupos opuestos ocupen un único espacio al mismo tiempo y con una finalidad distinta. Porque sobre el asiento de un sillón, por mullido que éste sea, solo caben unas posaderas, si quien está retrepado no permite que nadie se le acomode encima.

Ya sé que me vas a recordar mi apelación a que, ante la opacidad del desacato, la neblina sofocante de la insurgencia, solo cabe como respuesta la claridad de la ley, que no cabe más violencia que la que el Estado utiliza de forma legítima para protegerse a sí mismo y a los ciudadanos. Pero, no vayas a creer que esto me consuela. No hago otra cosa que pensar en el momento en que escampe, a ver si tras los nublos, con la luz en lo alto, radiante y cálida, conseguimos que se atemperen los ánimos, ya tremendamente agostados por efecto del verano que no cesa.

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