¡Felicidades!

Los que aprendimos a leer también con la prensa de papel necesitamos el tacto y el olor de la tinta

Mi felicitación es para el Diario de Cádiz que ayer, con la edición del número 50.931, cumplía 150 años de existencia. Es uno de los periódicos más antiguos de España y decano de la prensa andaluza. Con la de ayer he tenido ocasión de asistir a tres conmemoraciones de aniversarios: el de los 100 años en 1967, en los antiguos talleres de la calle Ceballos; el de los 140 años en el Palacio de Congresos y ahora la de los 150 años, que con asistencia de S.M. el Rey, tendrá lugar el próximo martes (Dm), en la Estación. No todo el mundo puede presumir de esta triple asistencia, aunque no tenga más mérito que el de la longevidad y el de la amabilidad de la familia Joly al invitarte. Es verdad que alguno de los que asistimos cuando se conmemoró el centenario y, también sin dificultad, los 140 años, nos empeñamos en poder a asistir a esta conmemoración de los 150 años. En este empeño, para lo que no necesitábamos más que sobrevivir, estuvimos Ildefonso Marqués y el que suscribe. La verdad es que Ildefonso se mostraba dubitativo, pero los dos lo hemos conseguido, porque en compañía se recorre mejor el camino que en solitario.

Mi conocimiento del Diario de Cádiz data de mucho más de 50 años. No me refiero a la edición impresa, sino a sus talleres y redacción. Cuantas veces fuimos, por la calle Veedor y dejando atrás el almacén de ultramarinos de Román, desembocando en el Mentidero y antes de llegar a Ceballos ya podíamos oler la tinta de imprimir y oír el ruido de las linotipias, acompasada con la máquina de imprimir junto a las que se apilaban las bobinas de papel que venían de Suecia. Eran los tiempos, como director de Curro Rodríguez Plaza, que había sucedido en el cargo a Juan Servet, cuñado de don Federico. Corregían pruebas Chona Picardo y Fernando Fernandez, que escribía "desde Cortadura a la Caleta", no porque él se diera ese largo paseo, sino para significar que su crónica abarcaba todo lo que ocurría en Cádiz. Federico Joly el hijo mayor, casado con Rosario Palomino, junto a la platina, velaba todas las noches hasta el amanecer, hasta que el Diario estaba impreso. Ahora le corresponde velar a Pepe Joly, hijo de mi amigo José.

La modernidad nos ha traído la prensa digital que se lee haciendo click en el ordenador. Pero los que aprendimos a leer, no solo con el Catón, sino también con la prensa de papel, necesitamos el tacto y el olor de la tinta, aunque a veces manche, para sentirnos a gusto .

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