Hace poco leí una información periodística que señalaba algunas famosas películas en las que se había imaginado el futuro y que el paso del tiempo demostró que acertaron. 2001 Odisea en en espacio, Minority Report, Desafío total con el taxi autónomo, los hologramas de La Guerra de las Galaxias, el enfoque genético de Gattaca o los drones militares de Terminator, son ejemplos que se suelen citar.

Las nuevas tecnologías, tanto en el terreno de la inteligencia militar como en el de la producción industrial o en el de la biomedicina, dibujan un panorama en el que el futuro será casi cualquier cosa que hoy se pueda imaginar. Pero más allá de ejercicios de ciencia ficción, creo que la robótica nos abre un panorama real en el que es previsible que muchos procesos productivos cambien de manera espectacular incrementando la productividad y la forma de organizar el trabajo de las empresas y las organizaciones.

Se adivinan empresas con menos trabajadores al tiempo que se adivinan perfiles y competencias profesionales bien diferentes a las actuales. Ello va a condicionar la necesidad de articular mecanismos de adaptación de los currículos formativos en el ámbito de la universidad y de los sistemas de formación profesional, así como la necesidad de hacer esfuerzos de adaptación mediante formación específica a trabajadores en activo.

Una de las derivadas posibles de todo este desarrollo futuro de la robótica va a ser casi con toda seguridad la disminución del número de trabajadores necesarios para producir los bienes de consumo. Y aquí viene la necesidad de actuar con rigor y seriedad en el devenir futuro del mundo del trabajo. Hay que ponerse ya a definir los caminos a seguir y hay que hacerlo con una fuerte base en los valores sociales prevalentes en las sociedades avanzadas.

Debemos seguir considerando al trabajo como un derecho y por lo tanto, debemos articular mecanismos de reparto del trabajo en la medida que los avances tecnológicos y la robótica vayan sustituyendo mano de obra. El reparto del trabajo es desde mi punto de vista la nueva versión del derecho al empleo para la socialdemocracia; si no se aseguran medidas y mecanismos eficaces para que sea una realidad el reparto del trabajo, entonces se estará abonando un futuro con una sociedad en la que los desempleados lo serán de por vida con las nefastas consecuencias personales, familiares, sociales y económicas que se sabe pueden aparecer.

Adivinar este futuro que ya estamos tocando no es demasiado difícil. Hacer que los gobiernos, las organizaciones sociales y políticas aborden la cuestión, es un asunto de supervivencia para el modelo de sociedad del bienestar a la que aspiramos.

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