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En menos de un siglo que tiene la tradición del Pregón de la Semana Santa ha pasado por varios escenarios. Todavía hay nostálgicos del Teatro Lope de Vega, e incluso del Teatro San Fernando. Pero la verdad es que el Pregón no ha arraigado tampoco en el Teatro de la Maestranza, hasta el punto de que se organiza allí por lo mismo de escenarios anteriores: por buscar la mayor capacidad. Con el requisito añadido de que no resulte chocante por su ubicación o aspecto. Y conste que, cuando se cambió, fue criticado el Maestranza, faltaría más. Teatro frío, ajeno al barroquismo de lo que allí se narra, más apropiado para un Barbero de Sevilla o una bienal flamenca.

En uno de los encuentros digitales que ha organizado Diario de Sevilla esta Cuaresma, el presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías, Joaquín Sainz de la Maza, respondió que él no veía el Pregón de la Semana Santa trasladado a Fibes. Se refería al auditorio, por supuesto, no a los pabellones de las exposiciones. Allí no lo ve ni Joaquín, ni nadie que tenga un cierto paladar pregonero. Aunque en ese auditorio cantan algunos que también han pasado por el Maestranza, y se puede suponer que el ambiente se olvida, una vez apagadas las luces.

¿Trasladar el Pregón al auditorio de Fibes? No lo apoya nadie, en público; pero hay algunos que ya lo sugieren en privado. Muchos se quejan por la falta de entradas. Puestos así, habría que organizarlo en los estadios del Sevilla o el Betis, según la tendencia del pregonero. O en la Cartuja, si le da igual. Más gente friki entraría, y se podría hacer la ola en los momentos de entusiasmo. Esta necesidad, que no comparto, forma parte de la megalomanía de la Semana Santa. Desde la década de los 90 del siglo pasado, cuando la Expo y demás, quieren ampliar todo: la carrera oficial, el número de cofradías, las entradas para el Pregón, lo que sea. Ya no se trata de sumar, ni de restar, ni de dividir. Sólo interesa multiplicar.

Quizá fue un error trasladarlo desde el Teatro Lope de Vega. En el Maestranza ya no chirría, pero se quejan desde el principio. Si se duplicara el aforo, también se lamentarían. A pesar de que las televisiones locales echaron un cable. Llegado el momento supremo, lo único importante es acertar con el pregonero, no tanto con el escenario. Por eso, este año han ido a lo seguro con Alberto García Reyes, que ofrece garantías.

Un pregonero anterior, de los que suele largar (en privado, por supuesto), me dijo: "Este año voy. Han nombrado a uno que sabe escribir, y se han olvidado de los médicos y los abogados". Bueno, nunca diría yo que no saber escribir sea un requisito para ejercer de médico o abogado. Hay ejemplos ilustres que demuestran lo contrario. Pero en el Pregón, como en la vida, todo el mundo quiere oír lo que le gusta. A no ser que el pregonero nos convenza de lo contrario. Por eso, la clave del éxito nunca es el lugar, sino la palabra.

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