Refrescamos las tardes y las memorias, hace 40 años votamos por primera vez, algunos teníamos 18 años y la Constitución por nacer. Se puede cuestionar lo que se hizo, para eso está la historia y sus perspectivas, pero abrimos en canal las puertas y ventanas de este país. Las personas demócratas, con muertos y presos a cuesta, no dudamos en dar la bienvenida a los que por el principio de adaptación de las especies se convirtieron, ahora lo eran de "toda la vida", en amantes del Estado de derecho. La inteligencia colectiva indicaba que la libertad merecía este pacto gracias al que hoy podemos escribir esto y presentar mociones de censura a los Gobiernos. Del debate de la moción de censura se pueden hacer muchas consideraciones, aquí no hay espacio, pero una evidencia es indiscutible: el resultado. Tres bloques, no homogéneos, agrupan las posiciones, quienes consideran que este país necesita la continuidad del Gobierno, 170 votos, un segundo bloque que se abstiene, considera necesario el reproche a este Gobierno pero la alternativa no goza de su confianza, 97 votos, y un tercer bloque minoritario que censura y considera que su alternativa, sus formas y contenidos, es la que necesitamos.

De estos mimbres, legítimos, se espera que la política saque resultados. Volver a tirar de inteligencia y, parafraseando el titulo de la revista creada por Manuel Sacristán en el 79, "mientras tanto" ser capaces de tejer alianzas amplias y estables que permitan abordar problemas fundamentales como el desempleo o la financiación autonómica y local. Si de "emergencia" calificamos la situación es moralmente injustificable no asumir sacrificios cuando está en juego la regeneración institucional, la recuperación de derechos y la respuesta al modelo territorial. Mientras tanto la vida se merece cambiar titulares por política.

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