A style="text-transform:uppercase">lgunas tardes aprovecho que el tiempo no es desapacible para pasear, desentumecer piernas y liberar neuronas, y alguna me acompaña un vecino, un hombre mayor, que ya ha paseado muchos momentos y que el otro día se lamentaba con tristeza, porque su nieto adolescente le había dicho que hoy viernes, no pensaba ir a clase: era un día de mala suerte.

Me decía este buen amigo que lo malo no es que sus referentes se limiten a algo tan cercano, inmediato y fugaz, como las películas de terror de bajo nivel, sino que considera patrañas de viejo el que aquí el mal fario se reparta en martes y no necesitemos otro día de la semana. El hombre del saco nos daba miedo, pero era como de la familia, y no como el sádico Jasón de las películas americanas. Que manía con los viernes, para algunos es el inicio del fin de semana reparador y para otros, para los que los días sin trabajo son todos, resulta algo más digno salir a la calle y no ser los únicos que pasean al sol.

Terror nos produce el regalito que nos acaban de dejar los amigos americanos. Oír o leer a esa versión presidencial de nuestros poceros, Jesús Giles o Sandokanes, nos alarma porque, al mal gusto patriarcal, al racismo machista tabernario, añade un tremendo poder sobre nuestras vidas. Sumando el estilo y las prácticas de matón de la contraparte rusa, lo mismo echamos de menos hasta las cejas de Breznev, y la triste debilidad de nuestra Europa, desdibujada y dilapidando su modelo social identitario; tal vez deberíamos compartir con Obama, al que quizás echemos de menos, que "Nuestra democracia se ve amenazada si la damos por sentada". Será nuestra responsabilidad si mi amigo le tiene que decir a su nieto que todos los días son viernes o martes 13 y mejor que ni se "case, ni se embarque, ni vaya a ninguna parte".

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