Desde la ciudad olvidada

La Pasión olvidada... y recuperada (y IV)

En 1744 tenía lugar la que sería la última fundación de una cofradía penitencial en el Jerez de la Edad Moderna. El hecho se produce en el convento de Belén. La nueva hermandad surgía para dar culto a una "milagrosa imagen" conservada en la iglesia de los mercedarios descalzos. Se trataba de un crucificado, el Cristo de la Salud. La talla, barroca, destila, no obstante, serenidad y equilibrio. El sudario pende suavemente, sin violentos revoloteos. La cabeza cae a su derecha mansa, sin aspavientos. La impavidez de la cara queda, eso sí, atenuada por las dramáticas heridas y los regueros de sangre que, sin conseguir afearla, dibujó el policromador. El anónimo escultor parece conocer de primera mano la obra del sevillano Pedro Roldán, al que imita en diferentes detalles, como en la talla del pelo. Desconocemos su identidad pero tal vez estuvo activo en la ciudad algunos años, a finales del siglo XVII. Este Cristo salió cada Miércoles Santo desde mediados del setecientos hasta, al menos, 1822. Vendría luego la Desamortización, la conversión del convento en cárcel y el traslado al Asilo de San José. Le acompañaron las otras dos imágenes de la hermandad: una Virgen de los Dolores, que terminará siendo adquirida por La Yedra, y un San Juan, cuyo paradero actual resulta controvertido. De esta forma se deshizo una cofradía que tuvo en 1939 como pretendida continuadora a la de Las Tres Caídas. La misma que mucho después lo rescató de décadas y décadas de desidioso abandono y que mañana lo volverá a sacar en Semana Santa, casi dos siglos después, convirtiéndose en la gran novedad de este 2018. Y como bella reliquia de un edificio religioso arrasado, volverá a pasar por la lacerada plaza Belén, con conciencia clara de un ayer irrecuperable, aunque con el atisbo receloso de un mañana, quizás, más halagüeño.

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