Seis faunos fueron condenados a ser eternos atlantes del larguísimo balcón. El hierro fundido adquiere formas escultóricas en estas llamativas ménsulas y elegante plasticidad en rejas, barandillas y cierros. La más cuidada y monumental fachada de la calle Medina, situada en sus números 14,16 y 18, fue levantada en 1868. Ese mismo año es derrocada Isabel II. Tiempos convulsos los del siglo XIX que, no obstante, fue una etapa próspera para Jerez. Precisamente al final del periodo isabelino el austero neoclasicismo da paso al más vistoso eclecticismo, que reflejará mejor la opulencia de esa flamante burguesía enriquecida con el negocio del vino. El autor de esta casa, José de la Coba, supo dar respuesta a las nuevas necesidades y lo hizo con gran personalidad, recuperando la línea curva y la importancia de la decoración pero, sobre todo, jugando con los distintos materiales y las texturas en paramentos animados por líneas y recuadros rehundidos en busca de un suave claroscuro. La figura de este arquitecto ha sido estudiada por Fernando Aroca Vicenti y, de manera más reciente, por Jesús Caballero Ragel. Por ellos sabemos que era sevillano y que llegó a la ciudad en 1863 para convertirse en arquitecto municipal. Bajo tal cargo se le encomienda la construcción de la parroquia de San José del Valle, cuya temprana ruina le costará el cese en 1867. Pese a ello, continuó trabajando con éxito para la alta sociedad local durante las siguientes décadas, como manifiestan también otros edificios como el de la Plaza del Yerba s/n o Porvera nº 1, encargos de personajes tan notables como Manuel María González o Julián Pemartín. Otros ejemplos de su trayectoria, como las bodegas de Díez Hermanos o la reforma de los laterales del Palacio Riquelme, nos llevan de golpe a la cruda realidad de nuestros días. La Historia, siempre tan insolente.

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