En 1860 se inaugura una nueva estación de ferrocarril. Varios años más tarde se plantea la necesidad de crear un ensanche urbano entre esta construcción, anterior a la actual estación, y el convento de Madre de Dios. Nacía así el barrio de Vallesequillo, levantado a lo largo de las siguientes décadas del siglo XIX para un uso predominantemente bodeguero. La industria vinatera acababa de alcanzar una de sus más altas cotas de desarrollo y ello se tenía que plasmar de alguna manera en un cierto crecimiento de Jerez por esos años. Fue, de hecho, este uno de los fenómenos urbanísticos más interesantes del diecinueve local, tal vez poco estimado por ciudadanos e historiadores pese a formar parte también de la ciudad histórica.

Precisamente, uno de los primeros conjuntos arquitectónicos, y también de los más importantes, de este barrio es el que se construye a iniciativa de José Severino Arranz. Está formado por varias bellas bodegas, que dan a la calle Madre de Dios y que poseen inscripciones en sus fachadas con las iniciales del dueño y los años de 1866, 1868 y 1874. Al otro lado de la parcela, estratégicamente orientada a esa moderna y prestigiosa entrada a la ciudad que es la estación, se dispone la vivienda del propietario, dotada de una monumental fachada neoclásica. El edificio, estudiado por José Manuel Aladro Prieto, llegaría a ser con posterioridad sede de la firma "Díez Hermanos" y, en época más reciente, ya bajo propiedad municipal, de una escuela universitaria. Desde 2007, en que fue cedido a la Junta para servir de centro de salud, se mantiene en un total estado de abandono, al que se suman los robos de rejas que está sufriendo en las últimas semanas, situación de la que nadie parece responsabilizarse.

Lo que fue un elegante recibimiento a un Jerez floreciente, hoy es otra patética metáfora de su ocaso actual.

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