Huelva

La insignia más preciada del mar

  • El buque 'Juan Carlos I' atraca en el Puerto de Huelva por primera vez en su historia

  • Una oportunidad única para descubrir su cubierta de vuelo y los vehículos que aguarda

Huelva recibe al buque insignia de la Armada por primera vez

Desde el interior de un vehículo, poco antes de terminar la carretera que desemboca en Mazagón, ya se vislumbraba el irrebatible poder naval que aguarda el buque insignia de la Armada. Poco antes de buscar el camino indicado hacia el Muelle Sur, situado en el término territorial de Palos de la Frontera, ya florecía esa silueta metálica gris con el cielo onubense como telón de fondo. El LHD Juan Carlos I protagoniza estos días una estampa inédita. Una primera fotografía de una belleza náutica que tiene vida propia desde el año 2010.

A los pies del mayor buque de guerra diseñado y construido en España uno se siente pequeño. Lo atestiguan sus más de 27.000 toneladas de desplazamiento y sus 232 metros de eslora, con una capacidad para dos millones de litros de combustible. La longitud de la embarcación puesta en vertical se situaría como cuarto rascacielos del skyline de Madrid, mientras que en horizontal ocuparía más de dos campos de fútbol. El Juan Carlos I atracó ayer en el Muelle Sur del Puerto de Huelva alrededor de las 10:30 y presentaba sus mejores galas en su primera visita a la provincia. Desde tierra firme se podían contemplar los diferentes vehículos de aire que asentaban sus ruedas en la pista de vuelo. "Es un bicho", "me lo imaginaba de otra manera", o incluso "me lo esperaba más grande", fueron algunos de los comentarios que se oían momentos previos a conocer por dentro el buque. En esos instantes, los diferentes medios de comunicación no dejaron de paladear con la mirada las dimensiones del portaaeronaves mientras que, a su vez, parte de la tripulación hacía lo propio con la vista puesta en tierra firme.

El portaaeronaves está diseñado y construido en España y funciona desde el año 2010

Los trabajos tras el atraque no se hicieron esperar con la colocación de la cuerdas en los bolardos del Muelle. También, con una organización perfecta y en forma de cadena humana, la tripulación sacaba durante más de 20 minutos las bolsas de basuras generadas durante los días pasados de navegación. "Hay un incinerador dentro del buque" pero con pocos días en alta mar no se suele utilizar, explicó el oficial de Información Pública del Estado Mayor, Juan Díaz. Al término de sacar todo lo desechable del barco, varios navegantes colocaron en la rampa de entrada al buque unas lonas con el nombre de la embarcación: L61 Juan Carlos I.

Visitar el buque insignia español es una oportunidad única que estará disponible a los ojos de los onubenses durante el fin de semana, que podrán conocerlo gracias a los autobuses dispuestos en la parada de Damas del Paseo de la Ría, que saldrán cada 20 minutos. El único modo para acceder al buque será llegar en uno de esos autobuses, ya que en vehículo particular no se podrá.

Un "bienvenido" como saludo de la tripulación tras atravesar la rampa que separa la embarcación de la tierra firme, pone el punto de partida a un recorrido peculiar en el que uno empieza a recordar clásicos de la ficción y termina por convencerse de que es real lo que reciben sus cinco sentidos. El interior del portaaeronaves es un auténtico laberinto. Los pasillos, las compuertas, la salas, habitaciones y las incontables escaleras forman un todo para el disfrute de los auténticos aventureros marinos. Es fácil perder la orientación mientras se sube con rapidez por las cubiertas. Menos de un minuto basta para poner los pies cinco plantas más arriba tras tomar por rumbo numerosas escaleras con dimensiones estrechas y casi perpendiculares. "Una de las normas de seguridad es ir con una mano agarrada al barrote", señala un infante de marina. También está la opción de subir y bajar en alguno de los dos ascensores que presenta el buque, desde donde se puede acceder a la cubierta de vuelo, el hospital y el dique.

En la cubierta 02, en una especie de sala de conferencias decorada con imágenes del portaaeronaves, un vídeo resume los propósitos del buque y su funcionamiento. El concepto operativo tiene como fin las operaciones anfibias, las aéreas, el transporte estratégico y la ayuda humanitaria. La capacidad del Juan Carlos I es abrumadora, con un dique con dos playas, una cubierta de vuelo de 202x32 metros, con la posibilidad de operar con numerosos tipos de aeronaves (Tigre, Cougar, o Super Puma, entre otros), una extensión de 5.245 metros cuadrados donde guardar tanto vehículos pesados de más de 20 toneladas como transportes ligeros. Además, en el interior del buque hay 1.435 camas para albergar a 162 oficiales, 200 suboficiales y 1.073 personas de la marinería de tropa.

Los guías que descubren el buque a los visitantes están abiertos a todo tipo de preguntas y muestran con orgullo cada uno de los rincones y recovecos que se dejan ver. "La visita al Puerto es para hacer presencia naval", y así para el disfrute y conocimiento de todos los marineros intrépidos que siempre sueñan en alta mar.

El recorrido por el portaaeronaves continúa hasta el punto más alto del buque. Allí se encuentra el Puente de Gobierno, "donde se maneja la navegación", además de "controlar las aeronaves que van saliendo", informan los oficiales. Uno se puede perder entre los botones y pantallas que componen la sala acristalada. Desde el propio lugar es donde "se arrancan motores y se puede ver la configuración" de todas las zonas de la embarcación, es decir, allí se cuece el control absoluto de todo el barco. Uno de los tripulantes asegura que una de las principales características del Juan Carlos I reside en su sistema de propulsión gracias a las hélices POD que "permiten virar el barco muy rápido". En la sala más próxima se sitúa el control de vuelo. Allí hacen su trabajo el jefe de vuelo y los controladores con unos equipos prácticamente iguales a los de una torre de control de un aeropuerto. En un día normal de ejercicio puede haber hasta "20 salidas al día" de diferentes aeronaves. Papeles plastificados pegados en cada compuerta de las decenas de pasillos indican lo que hay en el interior. Además, la seguridad con camillas y extintores es impecable y visible.

La cubierta de vuelo presenta varias aeronaves como el Harries II, dispuestas como si fuera una exposición de joyas del aire y que sirve como principal reclamo de las fotos más deseadas por los visitantes.

Otro de las zonas a visitar es el hospital, donde no faltan detalles ni comodidades. Dos quirófanos, UCI con ocho camas, Rayos X, laboratorio de análisis, gabinete odontológico, farmacia, telemedicina, hospitalización normal y de infecciosos. Y hasta una imagen de unos 40 centímetros de altura de la patrona de los marineros, la Virgen del Carmen, posa sus plantas dentro de la zona hospitalaria.

El concepto de anfibio, presente en el ejercicio que realiza el buque estos días en aguas del Golfo de Cádiz, se hace realidad en el dique. Allí están los vehículos con capacidad terrestre y marítima. El concepto anfibio es simplemente "proyectar una fuerza desde el mar a la tierra y viceversa", explica un infante de marina.

En los días de navegación, la tripulación tiene un horario de trabajo especial. Seis horas de guardia y seis horas de descanso, en las que los tripulantes comen, leen, hacen deporte, ven películas y series a través de una red interna que tienen, o simplemente descansan. La función actual del barco es un continuo adiestramiento para posibles futuras misiones. Un entrenamiento por tierra, mar y aire.

El capitán del navío, José Lago, comandante del Juan Carlos I, señaló ayer que "es un placer estar en Huelva" y deseó que la población onubense que visite la embarcación disfrute de su contenido y estancia.

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