Puigdemont: coro de progres

Puigdemont es un delincuente. Un golpista ayudado por compinches cuyos salarios pagamos todos los españoles

Han detenido a Puigdemont y el coro de progres disfrazados de izquierdas juega, como de costumbre, a la equidistancia. La suya es la postura del cazurro: quieren una España unida, pero no condenan quienes, abusando de su poder democrático, pretenden destruirla. Están en misa y repicando, como dirían los clásicos: en misa con cara de creyentes y repicando las campanas por si acaso alguien pensara que están escuchando al cura.

Puigdemont es un delincuente. Es, con arreglo a nuestras leyes, un golpista, ayudado por compinches cuyos salarios pagamos todos los españoles. En otros países, federales, por cierto, sus hechos podrían llevarle a una condena de cadena perpetua. En Alemania, por ejemplo.

Pero aquí nuestros progres profesionales ponen los ojos en blanco y evitan rectificar la incoherencia de sus presupuestos izquierdistas. "Infantilistas", como habría que rebautizar a las enfermedades que afectaron y, no solo, al comunismo, según Lenin.

El proyecto que se gestó en la izquierda clandestina de mediados de los años sesenta y principios de los setenta, encaminado a multiplicar los frentes antifranquistas con la ayuda de los nacionalistas vascos, gallegos y catalanes adolecía de un fallo importante: la ruptura pasaba por el apoyo a quienes, impulsados por los principios de su ideología, terminarían reclamando la independencia y la creación de nuevos Estados en la península ibérica. Hoy, Alfonso Guerra, por ejemplo, reconoce el error cometido y se queja de la deslealtad de los nacionalistas. Con olvido de que él fue uno de los cancerberos que abrió la puerta al desarrollo de los nacionalismos y sus inevitables derivas independentistas.

Tal vez algún día el coro de progres de paso a un orfeón de izquierdas serias y conscientes, alejadas de los nacionalismos y los izquierdismos, en el que la tradición de la gran cultura española recupere las palabras España y Nación española sin complejos y con la esperanza de un Estado fuerte y unitario capaz de impulsar el avance del humanismo socialista.

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