Entrevistas

"El poder sin prestigio obtiene obediencia, pero no respeto"

-Las políticas de salud pública pretenden incidir en las maneras de vivir como estrategia preventiva. ¿No es absurdo regular la vida a golpe de decreto?

-Quizá en el pasado ha habido un exceso de reglamentismo, probablemente relacionado con carencias que exigían determinadas intervenciones y para ello se lanzaban mensajes contundentes. Pero las estrategias que conectan con la sociedad contemporánea ya no consisten en decirle a la gente que se comporte de cierta manera porque eso es bueno para su salud. Ahora se trata de poner en manos de la ciudadanía la información y ofrecer herramientas de análisis y de desarrollo de habilidades que permitan a la gente decidir con seguridad después de un proceso de reflexión, no en función de un reclamo. Y estamos desarrollando iniciativas que van por ahí, como la Escuela de Pacientes, centrada en la formación de personas interesadas, por la propia salud o la de sus familiares, en ciertas enfermedades y en el manejo de situaciones ligadas a ellas.

-Sin embargo, a ustedes se les conoce sólo por las crisis epidémicas o los brotes de gastroenteritis...

-Eso es una mínima parte. Detrás hay mucho trabajo de equipos humanos muy eficaces que normalmente pasan desapercibidos porque el éxito de su tarea es, en parte, que no ocurran cosas. Lo que no ocurre no es noticia. Un ejemplo: después de años de trabajo, hemos frenado las estadísticas de abortos en adolescentes en Andalucía, cuando la tendencia general es al incremento. Eso es más, mucho más, que la anticoncepción de emergencia conocida como píldora del día después. Le pongo otro: no podríamos abordar el escenario pandémico de la gripe A con la serenidad con la que se está haciendo sin tener una red de prevención, vigilancia y respuesta bien engrasada. Y eso no se improvisa. Por definición, el trabajo en temas de salud pública es a largo plazo. En países donde eso falla, donde ese trabajo no ha podido desarrollarse ni planificarse, la alarma se dispara y la crisis de salud pública adquiere dimensiones difíciles de manejar. En el fondo, la clave está en el equipo. Hoy es imposible dirigir nada sin buenos equipos.

-Un organigrama en el papel no garantiza eficacia...

-Totalmente de acuerdo. Nuestra fuerza es la credibilidad. Alguien, hoy en día, en cualquier organización, que tenga responsabilidades de mando, que deba ejercer cierto poder, tiene que rodearse de personas mejores que ella misma. En mi caso, si quien trabaja en mi equipo no es mejor que yo en su campo, simplemente no me sirve. Quien ejerce un cargo pero no tiene prestigio en el equipo, quizá obtenga obediencia; pero no respeto. Y sin respeto no hay implicación en los proyectos.

-¿Las mujeres mandan de una manera distinta?

-No lo creo. Lo que sí hacemos de manera diferente es la lectura de la realidad. Es una forma de ver la vida que, en general, tienen más las mujeres, pero también algunos hombres. Quizá seamos más capaces de visualizar lo efectivo. Y eso incide en los planteamientos de trabajo. Sólo desde ese punto de vista estamos en posición de detectar que hay estilos de vida perjudiciales, pero que también los hay saludables y que quizá los tenemos sin explotar en todas sus potencialidades. Bailar es bueno para la salud, como la dieta mediterránea o el estilo de convivencia de nuestros pueblos, que permite contar con una red familiar y social que impide el abandono, que pone trabas al aislamiento. En la comunidad hay bienes, elementos, materiales e inmateriales, que generan salud.

-Hoy es normal medir el impacto medioambiental de la actividad humana. ¿Y el impacto en salud?

-Cuando se apruebe la nueva ley de salud pública, los proyectos de cualquier ámbito que se aprueben en el Consejo de Gobierno de la Junta deberán tener en cuenta ese elemento. Y, también, los planeamientos urbanísticos. Un espacio verde, un trazado viario o las calles arboladas tienen que ver con la salud.

-¿Y si la protección de la salud colisiona con el desarrollo económico?

-Hay personas muy experimentadas en mi equipo que dicen que ojalá en todas las provincias andaluzas hubiese un polo industrial. Una central térmica, una fábrica, es contaminante, pero también genera empleo. Y el empleo es uno de los determinantes más importantes del estado de salud de las personas. Un bar de copas genera ruido; pero también es un elemento que articula la convivencia de la gente, especialmente de los jóvenes: en realidad, el sectarismo es una actitud muy poco saludable.

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