Reinciden en sus mensajes injuriosos lindantes con lo xenófobo, ayunos de la más mínima justificación argumental.

Fue el primero no alineado que yo recuerde que condenó en una tertulia de televisión de las de antes el aborto.

Se trata de una violencia sublimada que ni hiere, ni provoca, ni mucho menos asusta.

La lengua, como otros saberes, tiene sus normas y sus obligaciones, que hacen de ella una materia rigurosa y reconocible.

La marcha de Ferrovial es una mala noticia para el presidente Sánchez, pero sobre todo para España.

El PP de Feijóo puede recoger los mejores frutos de este sinsentido, más por omisión que por otra cosa.

La flamante ley va mucho más allá de lo razonable y se adentra en unos terrenos muy delicados.

Las fallas que se observan en los servicios públicos tienen que ver sobre todo con su alarmante falta de dotación.

Nadie está dispuesto a asumir sus propias decisiones, y aquí, como se sabe, la culpa siempre es del otro.

Es curioso que esta valentía de la posmodernidad casi siempre centre el tiro en la sanidad y la educación.