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Tras los pasos de Orantes

  • El malagueño Davidovich conquista el torneo júnior de Wimbledon 50 años después de que lo hiciera el tenista granadino, último español en lograrlo

Alejandro Davidovich levanta el trofeo de campeón del torneo júnior de Wimbledon junto al argentino Axel Geller.

Alejandro Davidovich levanta el trofeo de campeón del torneo júnior de Wimbledon junto al argentino Axel Geller. / m.g.

Aunque solo hacía meses que había aprendido a andar y soplaba menos velas de los dedos que tiene una mano, Alejandro Davidovich (Rincón de la Victoria, 1999) ya agarraba una raqueta. Lo hacía con su progenitor, que ya moldeaba este innato talento en las pistas de Calaflores. La obsesión de este sueco era que el entonces bisoño jugador besara un día la élite. Un día que llegó ayer, cuando el joven malagueño alcanzó el cielo tenístico en el All England Club al ganar el torneo júnior. Un hito que se resistía para España desde hace medio siglo, cuando Manuel Orantes hizo lo propio sobre la hierba londinense.

No fue una mañana sencilla para el de la Cala del Moral. Las finales pocas veces son plácidas. Mucho tuvo que sufrir para que el espigado argentino Axel Geller levantara la bandera blanca. Lo hizo tras una 1:27 horas de partido tras encajar un 7-6 (2) y un 6-3, aunque podría haberlo hecho mucho antes.

Comenzó el encuentro como un tiro Davidovich, que jugaba a su antojo sobre el tapete británico. No pudo completar un break con 3-1 a favor y ahí comenzó una montaña rusa de emociones que estuvo a punto de costarle la primera manga. Tiró de alma Geller para suplir la diferencia de condiciones y a base de saques potentes se reenganchó y forzó un tie break que tuvo un nombre propio. El rubio avasalló a su rival y se embolsó medio título.

Con el andaluz apretando en cada servicio, el marcador sí acabó por reflejar esta vez la superioridad del andaluz. Una rotura mediado el segundo parcial acabó por ser definitiva. Aunque Davidovich, como el genio que es, guardó lo mejor para el último golpe. Una dejada de manual para conquistar su primer Grand Slam de la categoría. Un entorchado con el que el pupilo de Jorge Aguirre bate récords de precocidad. Ninguno de nuestros tenistas más ilustres de las últimas décadas, léase Rafael Nadal, David Ferrer, Juan Carlos Ferrero o Carlos Moyá; no consiguieron sobrepasar a Orantes. No garantiza este título nada cara a años venideros, pero sí ayuda a calibrar la magnitud de la gesta.

Bien es cierto que no se averigua mejor antesala que este Wimbledon júnior para dar el esperado salto a la ATP. La semifinal sobre la arcilla de Roland Garros sirvió para aporrear la puerta, pero este trofeo ha acabado por reventar las visagras y derribar la puerta de cuajo. Eso sí, por ilusionante que sea la llegada, complejo también será consolidarse. Una nueva vuelta de tuerca a una dedicación para la que Alejandro Davidovich y su entorno dicen estar preparados. Sólo el tiempo dirá si su ponóstico está bien tirado. Su repentino ascenso tampoco deja mucho espacio para coger otro camino.

Tiene tenis en su raqueta para dar este importante brinco. También hambre, como viene demostrando en cada acción de sus partidos. Golpes que otros consideran inalcanzables, él los corre hasta el final. Resulta que en la élite el nivel deportivo y el equilibrio mental se reparten el pastel al cincuenta por ciento. En esta última cuestión es donde a Davidovich se le averigua más margen de mejora. De padre sueco, nacionalizado ruso, y madre rusa, el natural del Rincón de la Victoria pule su talento en el Tennis & Sports Club Don Carlos de Marbella. Desde 2009 bajo la tutela de Jorge Aguirre, técnico que apostó fuertemente por él, Davidovich está en el momento que su padre un día soñó. Tener a los mejores del mundo al otro lado de la red. Antes debe disfrutar el dulce sabor que supone reinar en un escenario único.

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