En el hipotético caso de que el baloncesto haga suyo aquello de que el que da primero da dos veces, el Oh!Tels ULB acaricia desde ayer su presencia, por segunda temporada consecutiva, en la final a cuatro de ascenso a LEB Plata, la tercera categoría del básquet nacional. Vicente González volvió a ejercer de prestidigitador, sacó y sacó de una chistera que se antoja agotada [sólo saltaron a la cancha ocho hombres] y condujo a sus jugadores a un triunfo que después de lo que sucedió en semifinales no se puede catalogar como decisivo, pero que sí que deja al Yosiquesé literalmente contra las cuerdas. Lástima que todo lo que está haciendo esta plantilla, todo lo que está haciendo esta entidad por recuperar el baloncesto para la ciudad no contase ayer, en un día tan decisivo, con el respaldo de la afición que merecía.

Dicen los que saben que los buenos entrenadores son aquellos que saben exprimir al máximo a sus plantillas, especialmente cuando éstas quedan esquilmadas. Vicente González dio ayer una lección de cómo optimizar recursos y sus hombres, de un pulcritud en seguir la doctrina que tampoco debe pasar desapercibida. Unos y otros acercan a la ULB a un sueño que, cuando arrancó esta historia allá por el mes de septiembre, se antojaba impensable.

El partido no fue, ni de lejos, tan brillante y electrizante como aquel que disputaron en la primera fase estas mismas escuadras. Empiezan a pesar el cansancio, en el caso de los de casa las limitaciones en cuanto a efectivos y para ambos conjuntos la responsabilidad de estar disputando una de esas eliminatorias que no entienden de pasos intermedios: o conducen a la gloria o guillotinan la temporada.

El Yosiquesé empezó más centrado. Con una marcha más y con Arturo López tirando de carro. Los visitantes llegaron a disfrutar de una renta de 7-15 a mediados del primer cuarto. Fue entonces cuando el técnico de los linenses linense paró el partido, solicitó un tiempo muerto, llamó a filas a sus discípulos, recondujo la situación y el partido fue volteándose poco a poco, de manera que al final del primer cuarto el tanteo era ya de 18-20.

Una defensa zonal, sacrificada, con una valiosa aportación de Sam Buxton y momentos de mucho equilibrio del canterano Sergio Gil, permitió a la escuadra de casa ir separándose poco a poco, aprovechándose también de una injustificada precipitación de los de Rafa Sanz, que parecían olvidar que se trata de una eliminatoria a ida y vuelta en la que cada canasta cuenta.

La ULB no jugaba para la galería, sino para ganar. Fue un partido aseado, siguiendo el guión preestablecido. Con algún que otro error, pero muy ordenado. Hasta por catorce puntos llegaron a ir ganando los de casa, que se fueron al descanso con el convencimiento de que el rival, tan dado a no rendirse nunca, volvería al choque más pronto que tarde.

Efectivamente y aunque a tirones, durante el segundo tiempo hubo algún momento de zozobra y Córdoba llegó a colocarse sólo seis puntos por debajo casi en el momento en el que Miki Ortega tenía que sentarse un ratito por un problema en el pie. Fue justo cuando peor lo estaban pasando los de casa aparecían una vez Maxwell (que acabó literalmente agotado por el esfuerzo), otra Miki Ortega e incluso alguna vez Grigaitis para reabrir la herida en el costado del Yosiquesé, que era incapaz de encontrar la fórmula para cerrar la hemorragia.

Hasta el último segundo estuvo martilleando la ULB, que se despidió de su gente con una victoria más que esperanzadora pero que fue celebrada con reservas por aquello de que ya en la eliminatoria previa sucedió algo parecido. Quedan 40 puntos en un pabellón que impone y nadie sabe aún que sucederá. Lo que no admite debate es que, pase lo que pase en la ciudad de los califas el próximo sábado, la ULB cerrará la temporada con un gran éxito, el de haber superado todas las previsiones.