Copa del Rey | Sevilla fc -Leganés

El Sevilla vuelve a su hábitat natural (2-0)

  • El cuadro nervionense se clasifica para una nueva final, otra más, tras ser muy superior al peleón Leganés.

  • Los argentinos Correa y Mudo Vázquez rubricaron un triunfo que sólo llegó a peligrar por la ansiedad.

El gran Sevilla del siglo XXI vuelve a su hábitat natural, es decir, a disputar una final de las tres grandes competiciones en las que suele participar todos los cursos el club radicado en el sevillanísimo barrio de Nervión. Esta vez, como hace dos temporadas, toca la Copa del Rey y allí estarán los blanquirrojos por la sencilla razón de que se lo han ganado a pulso, porque le han dado toda la seriedad que requería el torneo y han ido dejando en la cuneta a los rivales que les iba deparando el bombo de los sorteos. Esta vez le tocó a un dignísimo Leganés morder el polvo, el mismo que también se había impuesto al Real Madrid y al Villarreal, que nadie olvide este dato, pero con anterioridad también derrotó dos veces en seis días al Atlético de Madrid.

El cuadro entrenado por Vincenzo Montella, por tanto, es justo merecedor de tener el honor de luchar por el título copero en la última cita y los suyos, desde el presidente, José Castro, hasta el último de esos seguidores que se dejaron la garganta en el Ramón Sánchez-Pizjuán tienen todo el derecho a disfrutar de la situación, a vivir la previa de esta nueva finalísima, la decimoséptima en el presente siglo XXI, y por supuesto a tratar de ganarla, esté el Barcelona o el Valencia en el rincón de enfrente. Porque hay una cosa que no debe olvidarla nadie, para ganar un título primero hay que llegar hasta la final y eso es lo que rubricó un Sevilla que supo manejar la situación a la perfección para no verse sorprendido por un peleón Leganés.

Es cierto que la eliminatoria ya tenía que haber llegado decidida desde la ida en Butarque, donde los hombres que vistieron de negro fueron sencillamente superiores y que no vieron traducido su trabajo en el marcador. La clasificación para la final no la visaron sencillamente porque el guardameta Champagne estuvo sublime, todo lo contrario que Sergio Rico, y también porque el juez estimó que era mejor prolongar algo la emoción y no consideró oportuno dejar a los madrileños con diez en el primer periodo. Pero dio igual, el Sevilla supo controlar las emociones, tal vez el aspecto más complicado que presentaba el examen en el Ramón Sánchez-Pizjuán y explotó de júbilo, y de alivio, con el zapatazo a la escuadra del Mudo Vázquez.

Fue el justo premio tanto para el zurdo argentino como para el resto de sus compañeros, que habían controlado de manera magnífica una situación comprometida por lo mucho que había en juego para ellos.

Porque que nadie venga ahora con monsergas, es verdad que es muchísimo mejor medirte en unas semifinales de un gran torneo, no de un cuadrangular veraniego, con el Leganés que con el Barcelona, pero también es igualmente cierto que una derrota contra el equipo del sur de Madrid hubiera sido un golpe durísimo, una deshonra incluso para quienes sienten la fe balompédica sevillista. Por ello, este Sevilla-Leganés tenía mucho más componentes en el plano anímico que en el futbolístico.

Y eso se palpó desde el primer minuto a pesar del buen arranque protagonizado por los sevillistas. El cuadro de Montella ya se había plantado en el área blanquiazul con clara superioridad en una acción de Correa en el minuto cuatro, pero el pase del argentino no halló rematador. Fue una declaración de intenciones que se vería corroborada sobre el cuarto de hora cuando Muriel trazó un desmarque parecido al del 0-1 en la ida. El colombiano, sin embargo, se escoró, pero no tuvo el menor inconveniente para dejar atrás a Siovas en el pico del área y para, después, pelear el balón con Champagne en la salida de éste. Su pase atrás fue rematado con absoluta comodidad por Correa.

El Sevilla, con la alineación titularísima de Montella, se había puesto muy rápido por delante y eso tal vez le debía servir para calmar la ansiedad, para dominar un poco más el juego ante un rival que, en teoría, debía dar un paso adelante y desprotegerse algo más atrás. El cuadro de Garitano, sin embargo, sabe manejarse muy bien a la hora de mantener la misma línea de juego y no alterarse para nada ya sea ganando o perdiendo. Los madrileños capearon el temporal durante diez minutos de sufrimiento y acabaron ganando terreno y hasta pegándole algún susto a Sergio Rico. Fue más el temor a sufrirlo por parte de los locales que otra cosa, apenas un disparo de Gabriel desde fuera del área, pero el temor al descalabro siempre estuvo latente para los anfitriones, aunque quien tuvo la opción más clara fue Banega tras otra gran jugada de Muriel con pase atrás.

Igual sucedería tras el intermedio, concretamente hasta que el Leganés ya no tuvo más remedio que irse muy arriba y se desprotegió del todo. Fue más o menos a la hora de juego y ahí sí empezó a salir el Sevilla con superioridad numérica, pero el aire ya le faltaba a Muriel cuando superó a Siovas, el último hombre, y se dejó el balón atrás. Después llegaría otra contra de Muriel y Escudero, más tarde otra con disparo desde fuera del área desde Sarabia. El Sevilla coqueteaba con el gol definitivo, pero no era capaz de concretar.

Lo que puede ocurrir en esos casos es que cualquier rebote, cualquier balón colgado, pueda crear el caos, aunque no fue así y quien sí rubricó todo con un golazo fue el Mudo Vázquez. Justo merecimiento a su gran partido en una jugada al contragolpe en la que, todo sea dicho, participaron los recién llegados Layún y Sandro. El Sevilla se había metido en la final de Copa, la decimoséptima final en el presente siglo, y quién puede decir que ése no es el hábitat natural del club radicado en Nervión. Los suyos tienen todo el derecho del mundo para saborearla y para festejar esta nueva final a la espera de que llegue el momento de competirla.

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