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Nadal, ante lo nunca visto

  • El balear, tras caer en la final del Abierto de EEUU, comienza a desesperarse no tanto por el juego de Djokovic como por la costumbre de perder este año con él

Novak Djokovic terminó de comerle la moral este año a Rafael Nadal infligiéndole una nueva derrota en una final y donde más duele, en la de un Grand Slam como el US Open, en el que el español defendía un título que no pudo retener tras perder por 6-2, 6-4, 6-7(3) y 6-1 en más de cuatro horas. "Nada es eterno", dice Rafael Nadal cuando se le habla del fenómeno Novak Djokovic. Y hace bien en pensar así, porque si el serbio lograra encadenar temporada tras temporada manteniendo el nivel que muestra en la actual habría que crear un circuito paralelo: el de aquellos que compiten por el segundo puesto del ránking.

No es la eternidad de Djokovic lo que preocupa a Nadal. Al balear, fino analista del tenis, de sus estadísticas y su historia, le preocupa encontrar la forma de cortar lo que se está convirtiendo en costumbre, perder con el balcánico.

Y necesita encontrar la solución pronto, porque lo que está viviendo no le pasó en su vida. Ni siquiera en los años del mejor Federer perdió seis veces consecutivas con él. Nadal, alérgico a la derrota hasta cuando juega con su tío a los dardos, está sufriendo, pero mantiene la compostura y vende optimismo. "Ha empezado una nueva época", dijo tras caer en otra final. Nadal siente que en la de Wimbledon, y en otras de este año ante Djokovic, no luchó cada pelota, no buscó quedarse con cada punto. En Nueva York sí lo hizo. Pese a ello, perdió 6-1 en el cuarto set y cedió los dos primeros cuando contaba con ventaja de 2-0 en cada uno.

Algo no está funcionando como antes en Nadal a la hora de medirse con el serbio. Responsabilidad de Djokovic, más que nada, porque el número uno del mundo está jugando a un nivel pocas veces visto. Esta temporada suma 64 triunfos y sólo dos derrotas, y ya se le compara con el mítico John McEnroe, que en 1987 ganó 82 partidos y perdió tres.

Pero también responsabilidad de Nadal, que ya no niega la tensión que se apodera de él en los duelos con un rival al que antes batía con bastante frecuencia.

Pero si algo ha obsesionado al manacorí a lo largo de toda su carrera, eso fue el no parecer soberbio. El lunes lo dejó claro una vez más: "No me siento tan bueno como para no valorar finales de Grand Slam o de Masters 1.000. He ganado más de lo que me hubiese imaginado". No es erróneo su enfoque, pues jugó seis de las ocho últimas finales de Grand Slam y ganó cuatro de ellas, algo al alcance de pocos elegidos en la historia.

Pero no es la historia lo que preocupa al español, que tiene su lugar asegurado en ella. Se preocupa por el presente, por encontrar la forma de frenar ese efecto Nole que cada vez hace más daño a su confianza. Y la pérdida de confianza, tarde o temprano, se traslada a partidos ante otros rivales, de ahí que volver a derrotar a Djokovic sea prioritario para él.

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