Ciclismo l Tour de Francia

Haussler, heroico en Colmar

  • El alemán del Cervelo, un esprínter que lanza a Hushovd, gana en una dura etapa de media montaña · Los favoritos no se mueven y pasan otro día tranquilo

El esprínter alemán Heinrich Haussler, del Cervelo, firmó una hazaña al ganar en solitario la etapa de media montaña disputada bajo un considerable aguacero entre Vittel y Colmar, de 200 kilómetros, en la que los favoritos no se atacaron y permitieron que el italiano Rinaldo Nocentini mantuviera otro día el maillot amarillo.

Cinco puertos de montaña en un perfil rompepiernas no fueron suficientes para generar espectáculo. Así que no es extraño que un velocista, aspirante a clasicómano como Haussler, fuera el encargado de lucirse, con todo el merecimiento del mundo, y estrenar a sus 25 años su palmarés en la ronda gala. Ya tiene dos momentos gloriosos en las grandes, pues ganó una etapa de la Vuelta en 2005 (Alcobendas).

El ciclista alemán entró en meta emocionado, llorando bajo la lluvia, con las manos tapándose la cara. No se creía su hazaña trabajada a golpe de pedal después de 60 kilómetros finales pletóricos. La segunda plaza, a 4.13 minutos, fue para el español Amets Txurruka (Euskaltel), mientras el grupo de favoritos entraba a 6.44 del ganador, en un sprint que ganaba el noruego Hushovd (Cervelo), que recupera el maillot verde.

Una jornada más, la general se mantuvo congelada. Hace una semana que no se mueve. Desde el ataque de Contador en Andorra. ¡Vaya semanita del Tour! Hasta que no llegue el final en alto en Verbier, el domingo, no hay previsión de cambios. La única novedad es que Levi Leipheimer desaparece de la cuarta plaza por baja laboral. Se fracturó la muñeca.

La etapa echó a andar en Vittel, cuyas aguas se extendieron a lo largo de todo el recorrido en forma de lluvia. Un día de perros para un recorrido rompepiernas que incluía en el menú cinco puertos. Pero, eso sí, con pinganillo. La UCI dio marcha atrás a su "firme" decisión experimental y los muchachos salieron con la garantía de recibir órdenes desde el coche del director. La huelga del martes dio resultado.

Una jornada de frío (12 grados) y chubasquero, propicia para las escapadas y emboscadas que agarró el guión desde los primeros kilómetros, en los que se sucedieron los intentos. No cristalizó ninguno hasta el kilómetro 50, cuando pusieron asfalto de por medio Rubén Pérez (Euskaltel), el alemán Heinrich Haussler y el ídolo francés Sylvain Chavanel (Quick Step).

El trío coronó el Col de Schlucht, de segunda categoría, con más de cinco minutos sobre el grupo del maillot amarillo y de los gallos de la general. Se acabó el entendimiento en la subida al Platzerwasel (alto de primera categoría de 8,7 kilómetros al 7,6% de pendiente). Rubén Pérez se descolgó de Haussler, un cazaclásicas metido a escalador, y Chavanel. En la cima, coronada una sola vez en el Tour por el español Jesús Aranzábal en 1967, el dúo pasó con tres minutos de adelanto sobre el grupo de los favoritos, en el que el Saxo Bank y el Astana controlaron el ritmo de la ascensión.

Hausssler, nacido en Australia y trasladado a Alemania por su padre al ver que tenía madera de ciclista, se jugó el chasis en un descenso suicida que le permitió marcharse en solitario en busca de la meta de Colmar. Ya nadie le volvió a ver el pelo al alemán, el hombre que lanza al noruego Hushovd en los sprints. Chavanel, el más combativo de 2007, fue rebasado por Amets Txurruka, su sucesor en 2008, por lo que el corredor del Euskaltel se convirtió en el único perseguidor.

El francés Feillu marchaba intercalado, amenazando el maillot amarillo de Nocentini, lo que obligó a trabajar al AG2R. Mientras, el italiano Franco Pellizotti despojaba a Egoi Martínez el jersey de la montaña. Emociones que no se filtraron en la zona de la alta jerarquía, donde los Contador, Armstrong, Evans, hermanos Schleck y Sastre rodaban a rueda.

El alemán se vino arriba con Txurruka a tres minutos de distancia a falta de 20 kilómetros de meta, en la cima del Firstplan, de segunda categoría. Otro descenso, el último para Haussler, en una demostración que bien podría haber formado un clasicómano. Muy valiente, ambicioso, desprovisto de chubasquero para lucir los colores del nuevo Cervelo, creado por y para el abulense Carlos Sastre.

Tremendo Haussler, casi heroico. Entró llorando en Colmar, la última ciudad liberada por los franceses tras la ocupación alemana durante la II Guerra Mundial. Esta vez las lágrimas de un alemán fueron de alegría.

Un arquitecto y escultor de Colmar, Frederic Bartholdi, pasó a la historia por la creación de la celebérrima estatua de la Libertad de Nueva York. Ya le hubiera hecho una hoy a Haussler, el mejor en una jornada de condiciones penosas.

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