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Balona, al filo de lo imposible

  • Los albinegros disputan el domingo un partido decisivo para confirmarse como candidatos a pelear por la liguilla de ascenso, un objetivo impensable cuando arrancó la competición

Formación inicial de la Real Balompédica el pasado domingo en El Ejido.

Formación inicial de la Real Balompédica el pasado domingo en El Ejido. / E. S.

La Real Balompédica Linense ha trazado una línea en el suelo. Su directiva, su vestuario, su entorno, todos saben que el encuentro del próximo domingo (12:00) frente a la UD Melilla puede resultar determinante en el futuro de los albinegros en la presente andadura. Un triunfo les reforzaría en su condición de aspirantes a casi todo. Y casi es todo menos el título. Un resultado negativo -y muy especialmente si cosecha una derrota- supondría con casi total seguridad que se volviese a abrir la brecha de seis puntos con respecto al cuarto clasificado del grupo IV de la Segunda B y, aunque es cierto que queda mucho por delante, supondría un contratiempo muy importante. Si la Balona gana es probable que haya más días como éste, pero hasta hoy, el duelo con los norteafricanos es El Partido.

El vestuario de la Balona lleva aferrado al mensaje del "partido a partido" desde que comenzó la competición. Ni uno solo de sus inquilinos se ha salido del guión. Todos y cada uno han repetido desde el pasado mes de agosto como si de una oración se tratase que lo importante es alcanzar los 45 puntos, que se traducen en la permanencia. Pero los mismos que defienden esos argumentos ante los micrófonos han ido tornando, con sus méritos en el terreno de juego, los objetivos de la centenaria escuadra linense.

La Balona ha hecho oído sordos a su ajustado presupuesto, ha sobrevivido a una compleja crisis de marcadores, a un cambio en la presidencia después de tres lustros e incluso a un amago de divorcio con su hinchada como no se recordaba y a falta de doce jornadas [un tercio de la competición] se encuentra a tres puntos de la cuarta plaza. Los números hablan por sí solos. Ni dentro ni fuera de la caseta se habla ya de la salvación, que se da poco más o menos que por garantizada y que posiblemente se celebre con menos euforia que el pasado curso.

Los albinegros se enfrentan el domingo a un rival directísimo, una UD Melilla convulsa tras los últimos marcadores, con la que está empatada a puntos y cuyo desembolso le señala desde que comenzó la competición como favorita para disputar la mal llamada liguilla de ascenso. No cabe lugar a dudas que es un partido de esos que marca una temporada. Uno de esos días en los que un equipo decide su suerte. En el que da ese simbólico golpe encima de la mesa.

El conjunto de Julio Cobos, que protagoniza un 2018 casi inmaculado, se ha ganado el derecho a pensar a lo grande. Tres puntos es improbable que no le aúpen a la cuarta plaza -aunque matemáticamente podría suceder- pero sí le confirmarían como un claro candidato a estar en la pelea por la zona noble hasta el final. De modo que si no consigue meterse entre los cuatro primeros, el objetivo menor podría ser una plaza en la siempre apetecible Copa del Rey, un premio que se antojaba incluso ambicioso cuando arrancó la competición.

No es una casualidad que el presidente, Raffaele Pandalone, saliese el lunes a la palestra para pedir el apoyo no solo de su hinchada, sino de toda una ciudad que en tiempos difíciles por los acontecimientos que la rodean puede volver a reivindicarse a través de uno de sus símbolos más destacados, el centenario equipo de fútbol. No es solo el momento de la Balona. Es el momento de que todos estén con la Balona.

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