Jorge Volpi. Escritor

"La ficción es una herramienta que ayuda al ser humano a sobrevivir"

  • El autor defiende en 'Leer la mente' la capacidad transformadora de la literatura

Frente a cierto escritor americano que, al recibir un premio, señaló que "adoraba las novelas porque, a diferencia de casi cualquier otra cosa, no sirven para nada", el mexicano Jorge Volpi reivindica lo contrario, la capacidad de la literatura para transformar al hombre. El autor de No será la tierra apunta que las historias se convitieron en algo esencial para la evolución humana desde que el homo sapiens fingió la caza de un mamut y sus oyentes aceptaron adentrarse en esa hazaña inventada; la ficción se inauguró, así, "no cuando el primer humano miente, sino cuando los demás reconocen su mentira y prefieren ignorarla". De ese pacto entre el creador y sus receptores, de la forma en que funciona el cerebro a la hora de inventar y apreciar las ficciones, entre otros asuntos, habla Volpi en Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción (Alfaguara), un ensayo que el narrador presenta estos días por Andalucía dentro de la programación del ciclo Letras capitales, del Centro Andaluz de las Letras: hoy estará, a las 19:00, en la Biblioteca Provincial de Cádiz, y mañana, a las 20:00, visita la Biblioteca Infanta Elena de Sevilla, donde le acompañará Fernando Iwasaki.

-Usted defiende al comienzo del libro que leer ficciones complejas es una de las mejores formas de aprender a ser humano.

-Sí. La literatura de ficción, que es la materia central del libro, no es un simple entretenimiento, sino que es una herramienta evolutiva que hemos desarrollado los seres humanos para poder conocernos mejor entre nosotros, para conocer cómo son los demás, conocernos a nosotros mismos, lo cual va a constituir una herramienta de supervivencia que no tiene ninguna otra especie.

- Hablando de supervivencia, en el primer capítulo dice que "quien ha combatido a decenas de mamuts de fantasía tiene más probabilidades de sobrevivir a la embestida de uno auténtico".

-Esto se ha demostrado en múltiples experimentos: el ejercicio mental de muchas actividades es una manera decisiva de aprender a hacerlas de mejor manera. Practicamos mentalmente y por eso las novelas, si las vemos así, suponen una práctica para la vida.

-Dedica un apartado a explicar cómo surge la conciencia, algo parecido a "esa rara variedad de mariposa que todo entomólogo persigue". ¿Fue díficil abordar un concepto tan escurridizo?

-Fue difícil en el sentido de que sigue siendo muy complejo entender cómo funciona realmente la conciencia. Hay muchas teorías distintas, científicos que no se ponen de acuerdo en qué significa siquiera la palabra. Yo decidí tomarla desde un punto de vista literario para terminar asumiendo que es una especie de ficción del cerebro, una ficción sumamente útil que le permite imaginar que tiene control sobre las demás ideas que se le ocurren al cerebro, que le da organización al individuo y que le hace creer que tiene un sentido y una dirección. Lo cual, aunque no sea cierto, termina convirtiéndose en realidad, porque termina siendo útil para la supervivencia misma.

-Para usted, la relación entre el lector y el autor se parece a un combate cuerpo a cuerpo. El lector siempre intentará adivinar lo que el autor ha escrito, y el autor tendrá que entregar lo que se espera de él o rebelarse ante eso.

-Cierto. Se ha dicho muchas veces, Borges lo sugirió, que la lectura es un acto de cooperación. Yo aquí le doy un poco la vuelta: evidentemente es eso, pero también es una especie de batalla, de guerra campal entre el lector y el autor, porque ambos están todo el tiempo tratando de adivinar qué es lo que va a hacer el otro en el momento siguiente. Ya lo decía Borges también cuando veía la literatura como el ajedrez, una especie de partida en la cual el autor está imaginando todo el tiempo qué va a pensar el lector de lo que él está diciendo, y el lector intenta adivinar, antes de que el escritor se lo ponga, qué va a pasar después. En ese juego de estrategias se cifran las grandes narraciones.

-En su estudio tienen un papel destacado las neuronas espejo, que permiten al hombre ponerse en el lugar del otro, y que ayudan a que leer novelas sea una forma de conocer el mundo.

-Las neuronas espejo serían además el centro neurálgico del poder de la ficción. Gracias a las neuronas espejo nos identificamos con los demás, que es un proceso que no es voluntario como se creyó en algún momento. Lo hacemos siempre que detectamos movimiento en los otros, como una forma de sobrevivir, de tratar de predecir qué es lo que va a suceder más adelante. En este mecanismo reside lo que conocemos como empatía, que a su vez deriva de la imitación, como ya se sabía desde los griegos. Simplemente, ahora reconocemos que se trata de un proceso neuronal, y que de ese proceso depende el poder de la ficción: todo el tiempo estamos identificándonos con los otros, los seres reales con los que nos topamos en nuestro día a día y los que encontramos en la ficción. Gracias a eso podemos creer que entendemos a los otros y al hacerlo tratamos de entendernos a nosotros mismos.

-Y eso nos permite ser Madame Bovary, pero también su marido, Charles, como usted defiende.

-Exacto.

-Leer la mente no es una excepción en su carrera: su obra ya ha mostrado en otras ocasiones mucho interés por la ciencia. ¿Cómo se hace para que esta materia sea atractiva para los que viven ajenos a este mundo?

-Quizás por lo mismo, porque yo soy alguien ajeno a la ciencia, por ser tan sólo un científico frustrado que ha dedicado novelas y ahora un ensayo a este tema. ¿Por qué lo hago? Porque creo que tiene un poder de traducción enorme, y que frente al miedo o la distancia que a veces sentimos frente a los grandes avances hay que tener una actitud abierta. Si se explican bien, creo que cualquiera puede entender los grandes conceptos de la ciencia, y tratar de hacerlo desde la literatura ayuda mucho a que se comprendan mejor. Lo que yo pretendo es revestir del lenguaje de la literatura lo que de otro modo sería percibido como la aridez de la ciencia.

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