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Excelentísima parodia

  • El Paseo Editorial recupera a una de las voces más destacadas de la literatura portuguesa del siglo XX, José Cardoso Pires, del que publica un retrato sardónico de Salazar y su dictadura.

José Cardoso Pires, un autor al que Manuel Moya sitúa entre el experimentalismo y el neorrealismo.

José Cardoso Pires, un autor al que Manuel Moya sitúa entre el experimentalismo y el neorrealismo.

Al escritor José Cardoso Pires (Peso, 1925-Lisboa, 1998) hay que situarlo en la pléyade de los autores más relevantes de la última gran hora literaria de Portugal. En la orla de los elegidos figuran Miguel Torga, António Lobo Antunes, Vergílio Ferreira, José Saramago, Lidia Jorge, Urbano Tabares y Joao de Mello.

Dice Manuel Moya, traductor de la presente y autor del prólogo, que la obra de Cardoso Pires bascula entre el experimentalismo y el neorrealismo al luso modo. Cardoso leyó bastante a Faulkner, Hemingway y Dos Passos, quienes brillaban por entonces en la nueva literatura norteamericana (el autor mantendría cierto vínculo sentimental con Estados Unidos por causas familiares).

Con El delfín (1968) irrumpió en el salón de las letras nacionales. Pero sin duda fue la Balada de la playa de los perros(1982) la novela que le daría cierto fulgor internacional (la novela fue adaptada al cine por Jose Fonseca e Costa). Más adelante, convertido en notario lírico de la ciudad de las ebriedades, escribiría Lisboa. Diario de a bordo, que viene a ser un cuaderno de recodos, guía secreta y poema en prosa dedicado a la enigmática capital ultramarina.

Cardoso Pires tuvo una sufrida vida de postrimerías. Padeció tres derrames cerebrales. Después del primero de los tres ataques, contra todo pronóstico clínico regresó de su paseo por el umbral de la parca y contó el trance en De profundis. Valsa lenta (Libros del Asteroide). Se trata de un texto sobrecogedor, en el que narra su experiencia a través de la falta de memoria y de la convivencia con la nada durante dos semanas.

El Paseo Editorial acaba de publicar Excelentísimo Dinosaurio seguido de la fábula La República de los Cuervos (ambos inéditos en castellano). Escrito en 1970, en Excelentísimo Dinosaurio Cardoso Pires traza el retrato libre y sardónico de António de Oliveira Salazar, el dictador portugués que dirigió el destino del vecino ibérico de 1932 a 1968. Cardoso arremetió contra Salazar en varias obras, desde la que hoy comentamos a la ya citada Balada de la playa de los perros y el duro ensayo Y ahora, José, escrito contra la censura y la oscuridad de la larga noche salazarista.

Tiene razón Manuel Moya al vincular en parte Excelentísimo Dinosaurio con las novelas sudamericanas que de un modo u otro han tratado el orbe que solía rodear a dictadores y prebostes de aquella región del mundo. Recuérdese El otoño del patriarca de García Márquez o Yo, el supremo de Roa Bastos. Uno también halla similitudes -de fondo, no de forma- con algunas de las novelas de Ismaíl Kadaré (Spiritus, El palacio de los sueños), en las que se advierte, con cierto fluido mistérico, el ambiente opresivo de la Albania del dictador Enver Hoxha, obsesionado con imponer un marxismo marciano y aislado del mundo. El Estado como personaje informe y alegórico también está presente en la estupenda novela El libro negro de Orhan Pamuk.

Entre la sátira y el cuento oral, Cardoso Pires ridiculiza la persona de Salazar, artífice del llamado Estado Novo. Cierto es que para entender esta obra paródica hay que conocer en parte en qué consistió el salazarismo y quién fue aquella eminencia gris llamada António de Oliveira Salazar. De él se dice que nunca reía, que siempre trabajaba en la mesa y criaba chepa, que era insulsísimo, y que detestaba el fútbol y el fado, al que consideraba el canto de los depravados. Paradójicamente, el Portugal de Salazar sería conocido en tiempos como el país de las Tres Efes (Fútbol, Fado, Fátima). El régimen unipersonal necesitaba de este unicentro de tópicos.

La suya fue una dictadura extraña, como amorfa. Al inicio, como maniobrero de la cartera de Economía, sacó al país de la crisis tras la posguerra. Años después, su tozudez por mantener el orbe colonial portugués provocó el hundimiento de las arcas y, con él, el derrumbe de la autoestima en la metrópoli. Cardoso recrea a través de la parábola y la mofa el intramundo de aquel régimen, en el que no faltaron los tradicionales esbirros a sueldo (la PIDE). No hay régimen que no cuente con su sucia cofradía (la melancolía más abyecta nos hace recordar la Segurimi en Albania, la Stasi en la antigua RDA alemana o la Securitate en la Rumanía de Ceaucescu).

Por su parte, a modo de fábula, el volumen incluye el cuento La República de los Cuervos. A través del ave simbólica de Lisboa (dos cuervos forman parte del escudo de la ciudad), Cardoso Pires opta por la literatura esperpéntica para mostrarnos un vuelo en altura sobre Lisboa, cuyo bestiario retrata en medio de una suerte de delirio de la propia realidad.

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