Magnífico trabajo de Pablo González (Oviedo, 1975) en el primero de los dos conciertos del quinto programa de abono de la temporada de la ROSS. El director asturiano logró que la orquesta se metamorfoseara con el estilo de cada compositor de manera admirable, ofreciendo una actuación convincente en las tres obras de la noche.

La claridad pasa por ser principio supremo del neoclasicismo que Stravinski inaugura con Pulcinella. La ROSS no sólo la ofreció, sino que supo contrastar los humores cambiantes de la obra, merced entre otras razones a unas estupendas intervenciones solistas, especialmente destacable la sección de viento madera en la Gavota.

Cuatro trompistas salidos de la propia plantilla de la ROSS hicieron luego una Konzertstück de Schumann en la que combinaron virtuosismo con capacidad dialógica. Se trata de una obra de un romanticismo algo superficial en los extremos, pero que se torna intensamente poética en el tiempo central, que fue leído con muy notable elegancia.

Lo mejor estaba de cualquier modo por llegar: una Octava de Beethoven dramática, incisiva, apoyada sobre todo en la articulación y los contrastes, con tempiágiles, un rubato sin asomo de amaneramiento, que funcionó especialmente bien en el Allegretto scherzando y un cuidado por las voces medias que nos dejó pasajes cristalinos. El brío en los tutti y el magnífico empaste de todo el conjunto condujo a un final brillante, enérgico, teatral, pero controlado, sin excesos.