Crítica de Cine

Marcelino, pan y fútbol

Elejalde, en una escena del filme.

Elejalde, en una escena del filme.

Ni cinco días de 2018 ha tardado el cine español en aplicar la plantilla a la nueva, enésima, comedia de fórmula mixto-lobo salida de los despachos televisivos. El debutante Curro Velázquez, curtido en los platós de El chiringuito de Pepe, escribe y dirige esta variación actualizada de la comedia de humor picarón de sacristía con un ojo en las grandes audiencias generalistas y otro en el vano intento de reverdecer tradiciones costumbristas y temas de nuestro cine.

El resultado arrastra chascarrillos de dudosa pegada blanca a costa de curas modernos y poco ortodoxos, olor a sotana rancia, gitanos de Cruz y Raya y seminaristas con vocaciones débiles, defectos y discapacidades varias (El Langui parece encantado de tirarse al fango) a gusto del consumidor cuñadista.

Con el pretexto de una Champion Clerum (sic) que lleve a los desgraciados monjes de un monasterio de pueblo a jugar contra el mismísimo equipo oficial del Vaticano en Roma, Que baje Dios y lo vea desaprovecha a todos y cada uno de sus muchos secundarios e intérpretes (Elejalde al frente) y se entretiene demasiado entre chiste y gag (el de la vaca es de traca) en subrayar la bonhomía natural de los suyos o en meter con calzador esa inevitable trama romántica que justifica el paseíllo de Macarena García y su mirada angelical por la pantalla.

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