Relatos de Verano

ROMA es AMOR del revés

Ninguna Roma como la mía, ninguna como la ciudad que se derrumba al paso de una pareja que ya no se soportaUna crisis de pareja también puede ser una gran ocasión de desarrollo empresarial. Una joven emprendedora -y escritora incipiente- a partir de su propio fracaso sentimental, ha ideado y desarrollado 'Roma es Amor del revés', un innovador paquete turístico que está revolucionando el mercado de viajes. ¿Quieren conocer su historia de pasión a la romana, superación personal y oportunidad de negocio? Ella misma nos la cuenta hoy en esta página. El periódico no se hace responsable de las opiniones sobre un tal Ginés vertidas por la autora. ¡'Avanti' con la guaracha!

E per favore: per me, tagliatelle con tomatini". Se inventaba el italiano, el muy caricato, sobre la marcha. A Carlos, mi compañero de máster, que es de Málaga pero lleva un año en Roma, se tiró toda la noche llamándolo Carolo. O Calógero, según le daba. No, si la tonta soy yo... La terapeuta me dijo que hiciera un viaje con Ginés, no que se lo presentara a mis nuevas amistades. También me recomendó que llevara mi cuaderno. Me encanta, eso de sentarme en un café, abrir la moleskine y anotar mis pensamientos más profundos. Ahora estoy focalizada en posicionar PirArte, la innovadora agencia de viajes que he creado, pero escribir ha sido siempre mi gran hobby. Modestia aparte, no lo hago nada mal. Aunque esta sea la primera vez que publico algo. Todo un reto. Desde aquí quiero agradecer a este periódico que por fin haya vencido sus reticencias y me dé la oportunidad de escribir una tribuna sobre Nuevos nichos de mercado para agencias de viajes. Para hablarles de ello he optado por un título fresco y creativo: ROMA es AMOR del revés. Les gusta, ¿verdad? Toda startup guarda debajo una pequeña historia de superación personal. Esta es la mía y la de Viajes PirArte. ¡Comenzamos!

A Ginés, me dijo la terapeuta, tenía que implicarlo en los procesos de toma de decisiones de la pareja. Así -se supone- conseguiríamos resolver nuestra crisis, mitigar su peterpapanatismo y hacer de él, si no un hombre de provecho, al menos sí un señor de Murcia. Maldita la hora en que dije: "Cari, ¡vacaciones! ¿Dónde quieres que vayamos?". Fue como preguntarle a Torrebruno. Me respondió con morisquetas y en italiano corrupto, "Come vero…?", gritaba. Perfecto, para una vez que iba a Roma, me llevaba de casa a mi propio Adriano Celentano.

"El sendero comienza en mis zapatos". ¿Qué les parece? Lo he escrito yo. Le propuse a Ginés que la noche antes del vuelo se viniera a mi casa con la maleta preparada. Fundaríamos Roma antes de emprender el camino, con una cena romántica. Pero antes -me avisó- tenía que pasar un momento por no sé dónde con no sé quién para recoger un canotier. Apareció con el sombrerito a las cuatro de la mañana, vestido de gondolero y con una tortellini grand'Italia que a Dios le hablaba de tú. Le faltaba la farola. "Azzurro, naranañana nonañero e lungo per me…", tarareaba, y a continuación, "shissss…", con el dedito en los labios se mandaba callar a sí mismo. Final de trayecto, hasta aquí había llegado: "Arrivederci Ginés: planta baja-puta calle. Te quedas en tierra. Mañana me voy a Roma sin ti".

Les soy sincera, respiré aliviada al cerrarle la puerta en las narices. Acababa de cambiar un naufragio para dos por un billete sólo de huida. O eso creí. A la mañana siguiente me lo encontré en el aeropuerto. Que el que se iba era él -me soltó-, que para algo había elegido el destino. Que ni de coña -le aclaré-, la que se iba ¡y sola! era yo, yo, y yo. ¡Y no había más que hablar!

Pedí el asiento más alejado que hubiera del suyo. Aun así, fui todo el vuelo escuchando sus ronquidos de gorila viejo. Al llegar le habían perdido la maleta. Estupendo, iba a pasar una semana interminable en la ciudad eterna con aquel señor del sombrero y la camiseta de rayas con el que ni siquiera me hablaba. Efectivamente, en estos casos lo mejor es negociar. Alcanzamos un pacto: una tregua de siete días, hasta volver a España. Y nada de mis pullazos ni de sus bufonadas.

La Roma exuberante de La dolce vita, la múltiple de Caro Diario, la grandiosa de La gran belleza. Ninguna Roma como la mía, ninguna como la ciudad que se derrumba al paso de una pareja que ya no se soporta. La primera bomba cayó en el puente. Bajo el solano, discutimos como dos pirañas. ¡Por supuesto que el Tíber a su paso por el puente Sisto es más grande que el Guadalquivir por el de Triana! Todo saltó por los aires, no pudimos hacer nada por evitarlo. Nos hicimos apasionadamente la guerra en una sucia pensión de Quattro Fontane, en las deshoras de Trastévere, contra una taquilla de Termini, a todo gas sobre una Lambretta alquilada, en los foros todos y en Il vinaietto di Marco e Giancarlo, que fue donde a Ginés le dio el vahído.

No subestimes el poder de una mujer que escribe bien. Siempre buscará un final apoteósico. Y querrá contarlo ella. Llevaba razón mi terapeuta, un viaje era la mejor (di)solución para la pareja. Lo abandoné una tarde en plaza Navona. "Nos vemos en el infierno", le dije. Imaginé la escena en un movimiento de cámara que ascendía desde nosotros a los tejados y se me veía a mí saliendo por Via dei Lorenisi, caminando liberada rumbo a mi nueva vida. ¡Arriba música! The end.

Sé que circula por ahí otra versión de los acontecimientos: que fui yo la que escupió en la Fontana de Trevi, que no sé salirme de la guía Easy Rome, que voy de escritora guay, y que lo bueno empezó cuando yo me fui. Y que el Guadalquivir a su paso por Sevilla es más grande. Ustedes, ni caso.

De vuelta a España, fundé mi propia compañía startup, Viajes PirArte, y diseñé nuestro producto estrella: ROMA es AMOR del revés. Viajes de fin de novios. Despedidas de casados. Acabe su relación en un marco incomparable. Presupuestos sin compromiso. Visite nuestra web.

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