Salud y Bienestar

El 'farmatráfico' es un delito global

  • La venta de falsificaciones de medicamentos ha crecido un 400% en los últimos años · Desde China, India, Pakistán y Emiratos Árabes, laboratorios clandestinos distribuyen la mercancía por el resto del planeta.

El tráfico de medicamentos falsificados ha aumentado en un 400% durante el último quinquenio. La OMS calcula que entre el 7% y el 10% de los medicamentos que se comercializan en el mundo son falsificaciones. Una pesadilla para las cuentas de resultados y para la imagen del sector farmacéutico. Pero, sobre todo, un riesgo muy serio para la salud que a veces se corre por necesidad, otras por frivolidad y otras por simple ignorancia de la complejidad que se esconde detrás de una tecnología llamada medicamento. El Pleno del Parlamento Europeo acaba de aprobar una directiva que refuerza la seguridad de los pacientes en lo referente a la trazabilidad del itinerario de los productos y a la venta de fármacos por Internet, que traen de nuevo a la agenda pública un asunto que está en efervescencia desde hace algunos años y que ocupa el tiempo y los esfuerzos de algunos de los mejores equipos de las Fuerzas de Seguridad del Estado, como es el caso de la Sección de Consumo y Medio Ambiente (Secoma) de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil. Un oficial andaluz del Instituto Armado, Alejandro González Sanabria, ha centrado en este ámbito su trabajo académico de final de carrera en la Academia de Oficiales de Aranjuez. Sus investigaciones han dado lugar a la publicación de un libro, La falsificación de medicamentos: un delito global, editado por la Fundación Farmacéutica Avenzoar y escrito al alimón con Francisco González Lara, farmacéutico, profesor asociado de la Universidad de Sevilla y, sobre todo, padre de este profesional de la Benemérita del siglo XXI, una institución que tiene que enfrentarse, con este tipo de delitos, a desafíos poliédricos que abarcan escenarios globales.

Un medicamento falsificado puede no contener la dosis adecuada de principio activo, o no contenerla en absoluto, o estar compuesto de sustancias en el mejor de los casos inocuas y en el peor, directamente perjudiciales para la salud. Con origen principalmente en laboratorios clandestinos de China, Pakistán, India y Emiratos Árabes, el mercado de los medicamentos falsificados se extiende por todo el mundo, en función de la demanda: antimaláricos y antibióticos en África y América Latina, medicamentos para la disfunción eréctil y anabolizantes en Europa y Estados Unidos. Los responsables de esas instalaciones clandestinas no tienen por qué tener muchos conocimientos técnicos; al igual que pasa con el corte y la fabricación de otras drogas, únicamente es necesario conocer el procedimiento básico. Los falsificadores de medicamentos no tienen que ser necesariamente químicos, médicos, farmacéuticos o biólogos. A los falsificadores sólo les interesa tener los conocimientos necesarios que les permitan que sus falsificaciones sean lo más perfectas posibles, sin importarles los efectos que sus productos puedan tener sobre la salud de las personas.

A veces, el fenómeno de los medicamentos falsificados estalla cerca: en 2008, las incautaciones en las fronteras españolas de estos productos superaron las 253.000 unidades. Investigaciones de este tipo de delitos llevadas a cabo por el Secoma han cuajado luego en intervenciones concretas que han puesto al descubierto redes vinculadas al mundo del culturismo (anabolizantes, hormonas), a la venta por Internet de ciertas falsificaciones para saltarse la prescripción médica comprando barato (disfunción eréctil) o ligadas al uso lúdico de determinados productos, como los poppers. La cooperación entre instituciones y fuerzas de seguridad es esencial para poner coto a este tráfico peligroso de sustancias, y destaca la progresiva toma de conciencia de los gobiernos ante este problema. Además, uno de los factores que favorecen la proliferación de esta actividad ilícita es el hecho de que las penas a la que se enfrentan los traficantes son relativamente bajas comparadas con otros tipos delictivos, como el tráfico de drogas. Pero el incremento de las penas no es por sí solo una solución definitiva. Es, al menos, igual de necesario concienciar a la gente de los problemas de estos productos y dotar de más medios a las instituciones encargadas de perseguir este delito.

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