Provincia de Cádiz

Lugares pintorescos, fondas desaconsejables

  • Una guía para turistas publicada en 1930 muestra los grandes cambios que han dado los pueblos de la provincia en menos de un siglo y también algún persistente y monumental abandono

El turista que se acerca a esas galerías y simas verá extraños cortes, altas claraboyas por las que la luz solar penetra y da a la piedra un aspecto único y fantástico. "Son fondos excelentes para cuadros dantescos, y bien merecen la visita del viajero que, para percibir nuevas impresiones, llegue a la tierra del sol".

En 1930, la Guía de Cádiz para uso del turista recomendaba así, con auténtica pasión, ese lugar que se encontraba (se encuentra) en la ladera sur de la Sierra de San Cristóbal, entre Jerez y El Puerto. Esas catacumbas, esas grutas o hipogeos causan "verdadero asombro" y muestran "en forma grandiosa lo que logra el trabajo constante del hombre en el transcurso de los siglos", le explicaba la guía al viajero.

Si ese viajero de entonces pudiese asomarse ahora a ese sitio, después de haberlo visitado hace más de ochenta años, le asaltaría de nuevo el asombro: las cuevas cantera le enseñarían, también en forma grandiosa, lo que logra la ausencia de trabajo constante del hombre a la hora de sacarle partido a un recurso turístico.

Ese lugar pintoresco es aún hoy un patrimonio abandonado, sin uso alguno. Esos subterráneos "como naves de catedral" todavía esperan que alguien dé los pasos necesarios para que formen parte de la oferta turística de la provincia de Cádiz.

La guía de Cádiz de 1930 fue editada por Salvador Repeto y patrocinada por el Comité de Iniciativas y Propaganda de Cádiz. Contiene numerosas fotografías y buena parte de sus páginas están dedicadas a la capital gaditana pero otras describen lo que el viajero podía hallar si decidiese hacer excursiones por los pueblos de la provincia. La ruta que lleva a las cuevas de San Cristóbal deja mal parados a los responsables de sacar provecho del patrimonio de la provincia. Pero la imagen que traslada la guía de otros lugares muestra el gran cambio que han dado algunas localidades en menos de un siglo. Un cambio, por lo demás, estrechamente ligado al que separa el turismo de los años treinta del actual. Conviene anotarlo: el turista era entonces un ciudadano con posibles, un miembro de una selecta minoría de la población; un obrero ni soñaba entonces con hacer turismo.

La guía propone varios itinerarios por las localidades de la provincia y enumera monumentos y lugares típicos. También comentarios y datos que pueden "interesar al turista". Valga aquí señalar unos pocos sobre algunos de los pueblos que menciona.

De San Fernando dice la guía que puede visitarse, como lugar pintoresco, la Casería de Ossio, un popular barrio con una hermosa capilla. Y que La Mallorquina es la única fonda, "sin categoría de hotel", de una ciudad que suma entonces 29.800 habitantes. De Chiclana destaca sus aguas medicinales de Fuente Amarga y su hermosa playa de La Barrosa, "muy visitada por familias andaluzas".

La guía explica que el conde Laborde, Leufe y otros viajeros han mencionado el espléndido panorama que se divisa desde Medina Sidonia, "que no desmerece del de Monserrat y Suiza". Un llamativo repaso histórico sobre esa población señala que "en los siete siglos y medio que duró la dominación sarracena en España, se distinguió esta ciudad por los gloriosos hechos de armas de sus hijos contra Muza y Tarif". Al viajero le recomiendan descubrir un paisaje admirable desde el cuerpo de campanas de la iglesia de Santa María la Coronada. Pero no le sugieren quedarse: "Las fondas que existen no son recomendables".

Es impensable encontrar hoy anotaciones como esa en una guía que pretende atraer turistas a un territorio. Pero las hay incluso cuando la guía le anuncia al viajero que en Arcos le aguardan "pintorescas vistas", antigüedades de época romana y mahometana y, en sus iglesias, ricas alhajas y banderas cogidas a los moros en la toma de Zahara. En ese pueblo también hay "tres fondas poco recomendables para el turismo".

De El Bosque, un "pueblecillo" de unos 1.300 habitantes, a media legua de Benamahoma, comenta la guía que cuenta con buenas canteras de mármoles y yacimientos de carbón, azufre y plomo. De Villamartín explica que es una de las poblaciones "más ricas de la provincia". Que allí hay minas de petróleo, carbón y cantería. Y que un pago de viña llamado Pajarete produce "el legítimo vino tan rico y solicitado que lleva su nombre".

Ya en Bornos, el viajero verá una pintoresca villa cuyo nombre "se supone derivado de Bornu, región del África de donde procedían los primeros pobladores, a quienes les cedió sus territorios el primer Wali de España, Abul Jatar Alhoccan (744)".

Jerez merece tres excursiones, según la guía. A las bodegas, a los edificios antiguos de la ciudad y a la Cartuja, solitario y silencioso lugar. De allí fueron expulsados los cartujos en 1835. El edificio pasó a ser propiedad del Estado, anota, y desde entonces "la ruina se verifica lenta". Hay obras de conservación pero "con dudoso acierto y protesta de los expertos".

El viajero dispone en Jerez de varios hoteles, "el mejor de ellos, Los Cisnes". Si desea continuar la excursión, puede acercarse a El Puerto y después, a Puerto Real, "considerada esta villa como una de las más preciosas de España". No en vano, allí "suelen pasar temporada muchas de las familias de la aristocracia de Cádiz y otras capitales".

En otro itinerario, tras pasar por Rota, cuyas calles son "limpias, anchas y están empedradas", al viajero le proponen poner rumbo a Sanlúcar. Allí le esperan el palacio de los duques de Montpensier pero también los restos de un "sombrío y denegrido castillo" y el "ruinoso y abandonado" palacio nuevo de Medina Sidonia.

Vejer, pintoresca ciudad sobre una colina que ofrece un panorama "encantador", forma parte de otra excursión que lleva a Tarifa, cuyas vecinas usan un típico traje "llamado de manto y saya". A once kilómetros al oeste, el turista dará con las ruinas de una gran ciudad: "Velonia Claudia". Luego puede visitar Algeciras, una ciudad "rica y próspera" de paseos "hermosísimos", con hoteles "aceptables" y donde pronto será reedificado "el Cristina", destruido por un incendio. La nota pintoresca la pone su "feraz" campiña, esmaltada por "numerosos hotelitos y villas de recreo, ocupadas siempre por familias opulentas".

Una excursión "complementaria" propone al turista acercarse a la Sierra: a Ubrique, pueblo industrial, de célebres petacas y carteras "que compiten con las mejores"; a Grazalema, una villa que se alza en "el sitio más pintoresco" de la zona; y a Villaluenga, con una industria quesera que "se va desarrollando y que goza de merecida fama en la región".

La guía menciona otras poblaciones y dedica varias páginas a una ruta por los castillos de la provincia, que "destruidos unos y desfigurados otros por modernas obras, pasan casi desconocidos para el viajero".

Para un viajero, un turista, que si procedía de Madrid podía elegir entre regresar en el tren Rápido o en el Exprés. El Rápido partía a las cinco y media de la mañana de la estación de Cádiz y llegaba a Madrid a las ocho y veinticinco de la tarde; el Exprés se lo tomaba con más calma: salía a las seis menos diez de la tarde y llegaba a las nueve menos cuarto de la mañana. Del día siguiente, claro.

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