Sucesos

Golpe de la Guardia Civil al robo de gallos de pelea

  • Detenidas seis personas e imputadas otras tres en Cádiz y Sevilla por sustraer 32 ejemplares de combatiente español valorados en total en 25.000 euros.

La Guardia Civil ha desmantelado en las provincias de Sevilla y Cádiz una banda de delincuentes especializada en el robo de gallos de pelea. Algunos miembros de esta organización criminal son conocidos narcotraficantes de la barriada sevillana de las Tres Mil Viviendas, miembros del histórico clan de los Mikailovich, que han diversificado sus negocios ilícitos y han dado el salto al robo de estos animales, una actividad que les puede resultar tan lucrativa como el tráfico de estupefacientes. La operación de la Guardia Civil, denominada Chirrín, se ha cerrado con seis personas detenidas y otras tres imputadas, así como la recuperación de 32 gallos de la raza combatiente español, valorados en total en más de 25.000 euros.

La investigación, dirigida por el área de investiación del puesto principal de Chipiona y coordinada por el juzgado número 2 de Sanlúcar de Barrameda, se inició el pasado febrero, después de que se registraran numerosos robos en criaderos de gallos desde principios de año. En la operación han colaborado otras unidades del instituto armado de Sevilla y Cádiz, como los equipos Roca de Carmona y de Jerez, y agentes del puesto de Utrera y de la Unidad de Seguridad Ciudadana (Usecic) de la Comandancia de Cádiz. También ha sido fundamental la colaboración prestada por la Federación Andaluza de Defensores del Gallo Combatiente Español.

Tras varios meses de investigación, la Guardia Civil identificó a los presuntos autores de los robos. Todos ellos eran vecinos de Carmona y Dos Hermanas que habían estado impicados en otra investigación similar en el año 2012, la llamada Operación Espolón. La banda funcionaba como un grupo criminal perfectamente organizado, en el que cada integrante tenía sus funciones muy claramente delimitadas.

Una parte del grupo se encargaba de acudir, antes de los robos, a los reñideros y fincas privadas en los que se tantean los gallos y se valoran sus cualidades para perfeccionar la raza. La mayoría de estos establecimientos están ubicados en municipios de la desembocadura del Guadalquivir. Sanlúcar de Barrameda es el núcleo de la afición a los gallos de pelea en toda España. Allí, los ladrones iban a riñas, observaban los ejemplares y podían seleccionar así los mejores, que una vez robados les proporcionarían más beneficios con una futura venta o en las apuestas en peleas clandestinas.

Todos los integrantes de esta banda conocían perfectamente el mundo del gallo combatiente. De hecho, todos están inscritos como criadores de gallos. Una vez seleccionados los ejemplares más valiosos, otra parte del grupo se encargaba de localizar las fincas en los que se guardaban los animales. Luego estudiaban la zona, veían si había alarmas o medidas de seguridad, para después acceder al recinto sin escatimar medios. Antes de cometer los robos, visitaban los lugares varias veces para asegurarse del éxito. Después dejaban pasar varios días para perpetrar el robo. En una ocasión llegaron a utilizar una lanza térmica para perforar la puerta de un búnker en el que un criador tenía sus gallos. Siempre se desplazaban en vehículos de gran cilindrada para garantizarse la huida en el caso de que fueran sorprendidos.

Los gallos robados eran trasladados luego a fincas de Utrera y Carmona, que habían acondicionado para guardar las aves. En una primera intervención, la Guardia Civil detuvo a dos personas que estaban robando ejemplares en Chipiona. Estas detenciones precipitaron la operación, con registros en las fincas de la provincia de Sevilla en las que se guardaban los gallos. Fueron detenidas otras cuatro personas e imputadas tres.

En los tres registros que hizo la Guardia Civil se inspeccionaron más de 200 gallos, de los que 28 pertenecían a la raza combatiente español y tenían claros síntomas de manipulación en sus tatuajes. Los criadores tatúan un número a los gallos para identificarlos. El resto de ejemplares, aunque podrían haber sido sustraídos, habían sido tatuados con el nombre del propietario de la finca de Utrera. Muchos criadores tardan en marcar sus gallos, circunstancia que pudieron aprovechar los ladrones para, una vez robados, tatuarlos a su nombre. De esta forma resultaba imposible acreditar la procedencia de cada ejemplar.

En una de las fincas registradas, la Guardia Civil también localizó un criadero de marihuana. Los agentes intervinieron diez plantas, que arrojaron un peso de 20 kilos de marihuana. Por ello, se imputó también al dueño de la finca un delito contra la salud pública. Los gallos recuperados fueron trasladados hasta Chipiona, donde los investigadores hicieron gestiones con la Federación Andaluza de Defensores del Gallo Combatiente Español para localizar a los criadores perjudicados. Algunos de ellos son vecinos de la provincia de Sevilla, en concreto de los municipios de Tomares, Utrera y Pilas. La mayoría de los gallos, 29, fueron entregados a sus legítimos propietarios, que los reconocieron sin ningún género de duda. En total se les imputan a los detenidos 18 robos con fuerza y dos faltas de hurto. Todos ellos quedaron en libertad con cargos.

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