El balcón

Martín Serrano

Alejandro, Alejandro

ALEJANDRO es ya la estrella mediática que pretendía ser. Como en su época lo fuera Carmona de Cozar, pero al revés, ya que el ex alcalde socialista se empeñó en tender puentes con los vecinos gibraltareños en vez de derribarlos, nuestra primera autoridad municipal ha encontrado la mejor manera de estar en la boca de todos, para bien o para mal, suscitando inquebrantables apoyos y no menos punzantes enemigos por su brillante idea de ubicar un modulillo de cobro de peaje a todos aquellos vehículos que salgan desde Gibraltar. La llamada tasa de congestión. 5 euros de .

La política de acercamiento y no de entreguismo que ha caracterizado la labor de Exteriores con respecto al Peñón ha echado chispas y ha hecho pum, para regocijo de Landaluce and friends, tan empeñados desde hace tanto tiempo en ello, entre los que ya ocupa un lugar de honor Alejandro Sánchez, bien apoyados los dos, como debe ser, pese a quien pese, por los altos cargos del PP que, como viene siendo habitual en sus tareas, aplican la leal oposición.

Debería el alcalde linense meditar un poco sobre las consecuencias de trasladar sus problemas domésticos a Gibraltar, teniendo en cuenta, entre otras lindezas, que en el territorio vecino trabajan miles de linenses y que no hay negocio en su ciudad que no sobreviva gracias a los ingresos de unos llanitos a los que la vena patriotera se les ha vuelto a enervar, como sus homólogos de este lado, gracias a sus disparates.

Instalada la insensatez y mientras los funcionarios claman para que se les pague, Alejandro ha conseguido, con el apoyo de sus compañeros, lo que hace un buen sueldo verdad Juárez, calentar los ánimos de los extremistas y dirigir los discursos reivindicativos con un objetivo equivocado.

Dado que La Línea es una consecuencia de un anacronismo y no una razón por sí misma, Sánchez debería haberse ganado el apoyo de su corporación y la de su pueblo para reivindicar ante el Gobierno lo que en justicia le corresponde. En vez de ello y de reclamar la desaparición de las servidumbres y la consecución de un trato especial, castiga a los ciudadanos, de aquí y de allá, sin medir muy bien las consecuencias.

En Gibraltar un tal Platanito ha conseguido convertir en un himno una canción de moda y de muy mal gusto sobre Alejandro Sánchez. Ahora no hay gibraltareño que no la coree. Claro que no todos, como en este lado, que no son pocos los que se lamentan de la mala suerte que tienen con sus alcaldes.

El munícipe debería rectificar e imitar a su homólogo tarifeño, Manella, quien el otro día y en plena advocación a la Virgen de la Luz, en el templo de San Mateo, pidió perdón a su patrona por no haber cubierto las necesidades básicas de sus vecinos, ahora que llegaba la hora de la despedida del cargo. Memorable. Sánchez podría hacer lo mismo pero a la Inmaculada, y convertir el modulo del peaje, si es que ya existe, en un centro de atracción turística, como el trozo que sobrevive del muro de Berlín, al lado de la Verja de la poca vergüenza.

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