Cuchillo sin filo

Francisco Correal

Un loco por un psiquiatra

ME gusta el lado tridimensional de la vida, y no me refiero a las dichosas gafitas que te dan en el cine para ver algo que cada vez se parece menos a lo que uno entiende por cine. Me gusta el lado futbolero de Javier Marías, por ejemplo, aunque le gusta tanto el fútbol que quizás habría que hablar de que nos gusta su faceta literaria. Me agrada que cada cual se salga del tiesto de la convención. A veces, con efectos perniciosos, como lo que me contó el otro día mientras veíamos una procesión el abogado Alejandro Fernández-Cotta: el profesor Pelsmaeker, uno de los huesos más duros de la universidad española, le suspendió Derecho Romano por no hacer bien una suma de quebrados. En su introducción a la Poesía Completa de William Shakespeare, Antonio Rivero Taravillo plantea en un texto que escribió el verano pasado en Cambridge una comparación entre el poema Venus y Adonis y la canción Non ho l'età que Gigliola Cinquetti interpretó en el festival de San Remo. Para Rivero Taravillo las tres dimensiones se quedan cortas. El poeta que iba a participar en un homenaje a Agustín de Foxá anulado por una munícipe de Izquierda Unida, ha puesto su rúbrica en un breve periodo de tiempo, para sonrojo de sus censores, en la edición, introducción, traducción y notas de los poemas de Shakespeare (Almuzara, Biblioteca de Literatura Universal), en el prólogo del libro de relatos de Juan Antonio Maesso El varón desenfocado (Barataria) y en la traducción y epílogo de la novela de Herman Melville Bartleby el escribiente (Metropolisiana).

Por esa capacidad de abrir surcos nuevos deberían elegir nuevo académico a Juan Gil. Un loco del saber para ocupar el sillón del psiquiatra Carlos Castilla del Pino. Yo supe de Juan Gil hace muchos años cuando mi amigo Mario García de Castro me regaló su apasionante Trilogía del Descubrimiento (Alianza Editorial). Con Consuelo Varela, su esposa, su antigua alumna cuando se conocieron en el instituto Beatriz Galindo de Madrid donde se jubiló Antonio Domínguez Ortiz, Juan Gil firmó el guión de la película sobre Colón que en plena euforia colombina del 92 dirigió el griego Georges Pan Cosmatos, que había llevado a la pantalla uno de los Rambo y caracterizó a Marlon Brando como Torquemada. Juan Gil fue ayudante de la cátedra de Latín de Agustín García Calvo y es tan poco académico en el sentido peyorativo del término que hasta presentó mi libro Plaza de España. Lo hizo con Esther Martín, la periodista que presenta Los Reporteros en Canal Sur. Los elegí porque dos de los protagonistas del libro eran Consuelo Varela, la mujer de Juan, y Carlos Herranz, el marido de Esther. Dos romances que surgieron en sendos viajes en autobús, uno a Italia, el otro a Santiago de Compostela.

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