CAMPO CHICO

Alberto Pérez De Vargas

Cadalso y Gibraltar

EL día 28 de febrero tiene por estos pagos una connotación adicional a la celebración del Día de Andalucía, es la fecha en la que se recuerda la muerte del poeta y militar gaditano José Cadalso. Murió la noche del día 27 de febrero de un año, 1782, en el que se cumplían tres del último asedio con el que España trató de recuperar la plaza de Gibraltar.

Murió como consecuencia de las heridas recibidas al caer cerca de él una de las bombas arrojadas por las baterías enemigas. Está enterrado en la iglesia parroquial de Santa María La Coronada, en San Roque, adonde fue llevado a principios del siglo XIX con los féretros de otros militares, desde la iglesia castrense de Nª Sª de la Merced, o de los Mercedarios Descalzos, que luego, en uno de los procesos de desamortización, se convertiría en casa vecinal. La tradición se ha vuelto a cumplir este año: el alcalde Fernando Palma, acompañado de otras autoridades, depositó unas flores sobre la lápida.

La iglesia estaba en la calle de San Nicolás, un tramo de la cual llamado "de los escaloncitos" se redenominaría en 1918 con el nombre del historiador Francisco María Montero que fue precisamente el primer propietario de la nueva vivienda adquirida en subasta en 1844 que habitaría tres años después. El celebrado cronista de la ciudad, Adolfo Muñoz Pérez, que lo fue desde 1983 hasta su fallecimiento en 1998 adelantó la fecha de esta ceremonia: en su opinión la ofrenda debía realizarse el día 27. Se da la circunstancia que por casual no resta relevancia a la inolvidable figura de Muñoz Pérez sino al contrario, que este ilustre ciudadano moriría el día 26 de febrero y siendo enterrado al día siguiente, su hermano Rafael, felizmente entre nosotros, cogió las flores del ataúd que contenía el cuerpo de Adolfo y las depositó sobre la lápida de Cadalso.

El gesto de recogimiento de Fernando Palma inclinándose sobre la tumba del poeta, uno de los varios millares de españoles muertos en los conflictos bélicos ligados a la fraudulenta depredación que ha dado origen a la presencia de la colonia británica en la geografía española, contrasta con los fastos que organizara el consistorio de Los Barrios a lo largo del año 2004, aniversario de la pérdida, que más bien parecían una celebración y no la recapitulación de la tragedia, de las muchas vidas sacrificadas en el empeño de restituir el peñón a la soberanía española. Es terrible pensar en que esas vidas no solo han sido olvidadas sino que incluso parecen despreciadas por una política que ignora el motivo de su sacrificio.

Ese modo de proceder se me antoja una vileza. Porque trivializa conceptos que como patria, dignidad y honor son virtudes o atributos permanentes e inviolables.

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