Luz y taquígrafos

Miguel Alberto Díaz

La doctrina Parot

EL personaje que da nombre a este artículo, es un asesino perteneciente a uno de los comandos más sanguinario que ha tenido ETA.

Henry Parot, nacido en Francia, pretendió en el sevillano mes de abril de 1990, con un coche cargado de explosivos, adentrarse en el mismo centro de la capital hispalense y producir una autentica carnicería. Este hubiera sido el colofón a su intensa vida de crímenes, pero por suerte, gracias a la intervención de la Guardia Civil, fue detenido y posteriormente condenado a más de 5.000 años de cárcel.

De acuerdo con los beneficios que daba la legislación penitenciaria de 1973 (quien lo diría del franquismo) este asesino hubiera salido a la calle con apenas cumplidos 20 años de condena, pero gracias a la fiscalía y a la acertada decisión de los miembros del Tribunal Supremo tendrá que cumplir al menos 30 años.

Por ello, amigo lector, a esta decisión judicial se le denominó doctrina Parot. En una sentencia anterior y al no estar establecido este criterio por jueces ni fiscales, el no menos asesino Iñaki De Juana Chaos, con 25 asesinatos y 3.000 años de condena, salió en libertad a los 18 años.

Creo sinceramente que la alarma social creada por este caso, unido a las referidas a violadores y criminales de niñas han hecho que se modifiquen algunas polémicas decisiones judiciales y se comience a tratar con una mayor dureza a individuos que no muestran el más mínimo arrepentimiento por sus tropelías y que siguen suponiendo un potencial peligro para la sociedad.

En este sentido recibimos algún dato positivo de que se va por el buen camino, la revisión del tratamiento penitenciario de al menos 15 etarras que saldrían a la calle en los próximos dos años, o el del llamado violador del ascensor que de poder terminar su condena en diciembre de este año, ésta se le ampliará hasta el 2022.

Si hay una pilar fundamental en las políticas de igualad entre los ciudadanos es sin duda el de cómo se debe aplicar la ley en un estado de derechos, es por ello que cuando se juzguen a terroristas, violadores, asesinos de mujeres, de niños…, grandes capos del narcotráfico y de la mafia, no deben dudar en aplicar un mismo rasero, y, no legislar, ni juzgar, en base a encuestas ni al drama que presida en ese momento la sensibilidad de la gente.

Yo no dudo, amigo lector, de la necesidad de que la cárcel debe tener elementos y medios que provoquen la resocialización de los internos, pero no es menos cierto que hay personas que por sus ansias de seguir haciendo daño no son merecedoras de la bondad, el respeto y la generosidad que otorga la sociedad y el estado de derecho.

A todos ellos les viene bien la aplicación de una verdadera justicia que nos proteja a todos de estos indeseables, a ellos debe de aplicarse sin complejos la nueva doctrina cuyo nombre, permíteme no vuelva a citar.

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